domingo, 29 de marzo de 2020

UN VOLVER LA MIRADA HACIA DIOS


Revisando la vida del profeta Elías en el siglo IX a.C. veo similitud de algunas de sus circunstancias que afrontó con lo que estamos padeciendo actualmente con la pandemia.

Vino una grave sequía previamente anunciado por el profeta a sus gobernantes Acab y Jezabel que perjudicaron las cosechas en toda la nación,  el ganado del campo se vio mermado  y hubo una total escasez de abastecimiento de agua para la población.

En ese contexto Dios ordena a Elías que se esconda de la persecución que había de padecer y lo envía al arroyo de Querit y estuvo un tiempo allí hasta que el riachuelo también secó.  Lo sorprendente de esta historia es la presencia de los cuervos que traían al profeta pan y carne todos los días.

Dios a veces actúa en formas extrañas para asegurar la provisión de sus hijos, formas que no podemos entender con la mente.

Aunque Dios con su poder pudo haber mantenido fluyendo el arroyo por amor a su siervo sin embargo vemos que no lo hizo, en lugar de aquello ordenó a Elías que se trasladara a la casa de una pobre viuda para continuar allí su cuarentena por así decirlo, de la asechanza de muerte que pesaba sobre su cabeza debido a que los gobernantes principales le creían culpable de la crisis por la que atravesaba la tierra.   

Hasta este punto de la historia Dios pudo haber terminado la sequía, él ama a sus hijos y ha prometido bendecirlos siempre, pero según vemos en las Escrituras había un propósito mayor en la mente del Padre.

Al igual que la iglesia de hoy que está orando porque todo esto del coronavirus acabe de una vez por el poder de Dios lo cual está muy bien, pido también considerar un propósito mayor en la mente del Creador del Universo.

Los creyentes mientras tanto debemos aguardar confiados en que el Señor está con nosotros, y él nos protege en todo tiempo y situación tanto para  nuestra salud como para la provisión de nuestros alimentos.

Estando el profeta en casa de la viuda pobre, Dios hace el milagro de la multiplicación de la harina y el aceite para que el sustento no falte durante todo el tiempo que duraría la sequía. Esto se llama Fidelidad.

Dios es un Dios fiel y sustentador. El rey David en su vejez declaró: “Joven fui y he envejecido y no he visto justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan”.

Nuevamente reflexionamos, ¿Por qué Dios no terminaba con la sequía? ¿Acaso no tenía amor por su pueblo?

El punto principal que quiero hacer notar de esta enseñanza es que la sequía continuó hasta el momento en que los gobernantes del reino y el pueblo en general que se habían olvidado de Dios, que no lo tomaron en cuenta en sus vidas y que habían menospreciado su Palabra fueran sensibilizados en sus corazones a causa de las adversidades y el peligro de la muerte, así como confrontados por la iglesia del Señor.

Cuando los que están en eminencia reconozcan que sólo Dios salva, que sólo Dios es rey y señor de las naciones y el pueblo se humille para reconocerlo entonces la sequía y  la plaga que azota en estos momentos al mundo entero se detendrá.

El profeta Zacaría declaró:

“Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”.

Hombres de la tierra, no es sólo la tecnología, la fuerza, el ingenio, el poder económico del cual sentirnos orgullosos de nuestros tiempos, se trata de sentirnos orgullosos de tener a un Dios inteligente y Todopoderoso que creó el mundo y a nosotros en una forma tan perfecta como lo atestigua la ciencia en sus descubrimientos.  

Ese poder inmanente, esa energía del Universo, ese Logos o Palabra Eterna creadora y que se hizo carne como nosotros en la persona de Jesucristo sea hoy y siempre la fuente de nuestra confianza.

Sin él nada somos, ni podemos hacer. Consideremos que toda hazaña que logremos no la alcanzamos sólo por nuestras propias manos sino también con la de Él, somos sus socios, sus co - creadores, como está escrito en el Salmos 60: 12 sólo en “Dios haremos proezas, y sólo en él hollaremos a nuestros enemigos”.


Jorge Arévalo

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