jueves, 30 de julio de 2020

DE CAMELLO A LEÓN, DE LEÓN A NIÑO


Sé que se ha hablado mucho del filósofo  Nietzsche por su pretensión de reemplazar a Dios por la voluntad de poder del superhombre. El sacó el libro “Dios ha muerto” con este fin, lo cual como es sabido no pudo prosperar porque los cristianos continúan siendo la mayoría religiosa en el mundo. Agustín de Hipona dijo alguna vez:

“Nos creaste Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que encuentre su descanso en ti”.

Es lo que en general los hombres buscan, esa paz de Dios que los permita aquietar su alma agobiada de los sinsabores y temores de la vida.

En otra parte el mismo Agustín dijo:

"En el corazón de todo hombre existe un vacío que tiene la forma de Dios. Este vacío no puede ser llenado por ninguna cosa creada. El puede ser llenado únicamente por Dios, hecho conocido mediante Cristo Jesús".

No existe droga alguna, dinero, poder o placer que pueda llenar ese vacío en el interior del corazón, que tiene la forma de Dios y que sólo puede ser llenado por Jesucristo.

Pero en esta ocasión quiero tomar la misma teoría de Nietzsche que a través de la figura de Zaratustra presenta al superhombre como el fruto de tres transformaciones del espíritu, pero le presentaré como el ser que en lugar de independizarse de su Creador se acerca más a él y vive por su fe, convirtiéndose de esta manera en la especie súper hombre, en cuanto a su actitud de asumir una mentalidad de victoria en todos sus desafíos pero que al mismo tiempo se transforma más y más como Cristo.

Veamos entonces las tres transformaciones del espíritu:

    1)   El espíritu se convierte en camello

El camello simboliza a los que se contentan con obedecer ciegamente, que sólo tienen que arrodillarse y recibir la carga impuesta, a los que tienen que soportar todas las obligaciones que le imponga la sociedad y en especial los políticos de turno. Es una obediencia fiel  a los preceptos ideológicos que se presentan como creencias.

Esta etapa es una primera fase, donde el espíritu crítico aún empieza  a despertar. Pablo alentaba a los cristianos de Berea a que no acepten ciegamente lo que los predicadores hablan sino que deberían examinar si su predicación concuerda con las Escrituras.

Hechos 17: 11
“Los bereanos eran mucho más nobles que los tesalonicenses, y escucharon gustosos el mensaje. Todos los días examinaban las Escrituras para comprobar si lo que Pablo y Silas decían era cierto”

En esta primera etapa también debemos ser alentados a no caer en obediencia ciega a ideologías y políticos electos que no respetan los derechos y consentimiento de los gobernados pues pueden estar implementando políticas con resultados funestos ya comprobados y hasta genocidas.  No estamos viviendo en tiempos de imperios.

    2)   El camello se transforma en león.

En esta segundo etapa el espíritu camello no se conforma a su naturaleza de carga, es entonces que se transforma en león. Va por más.

El león no tolera que nadie le toque y no se inclina ante nadie para tener que cargarlo. Simboliza al hombre que entendió que la libertad es el bien más preciado. Asumiendo una identidad más fuerte y conquistadora sale en busca de sus sueños. Esto es fiel a los emprendedores.  El espíritu de león se arrodilla sólo ante su Creador pero no ante las circunstancias. Aunque respeta y colabora con sus autoridades terrenales y las instituciones establecidas no busca depender de ellos. Trabaja por lo suyo. Por los sueños que Dios puso en su corazón. Steve Jobs lo explicó de esta manera:

“Si tú no trabajas por tus sueños, alguien te contratará para que trabajes por los suyos”

El espíritu del león te lleva a alcanzar propósitos.

El hombre no debe atar su mente a aprendizajes universitarios o teológicos que sólo buscan moldearlo como a animal de carga, sino que por el estudio y la investigación ese león debe buscar liberar su potencial al máximo para el servicio de la humanidad.

Nunca se conformará con ser carga. Ningún hombre o filosofía alguna determinará su destino sino sólo los buenos propósitos del Espíritu de Dios. El león todo lo observa y sus ansias de conquista y libertad no lo para nadie, anda estimulado por las buenas promesas de Dios. 

3. El león se transforma en niño

Y llegamos a esta tercera etapa de la transformación del espíritu según Nietzsche, donde el rey león se convierte en el niño indefenso. Qué gran contrariedad. ¿Acaso el niño es más fuerte que el león?
Por supuesto que sí, si lo vemos desde la perspectiva de que el león muchas veces cae en la autosuficiencia y se vuelve confiado de sí mismo. Bien lo dice el Proverbio:

“Fíate de Jehová de todo tu corazón,
Y no te apoyes en tu propia prudencia.
Reconócelo en todos tus caminos,
Y él enderezará tus veredas. 
No seas sabio en tu propia opinión"

El espíritu león ahora se entrega y se rinde como niño al cuidado de su Hacedor y por increíble que parezca es la etapa más madura del hombre.  Si bien Nietzsche pensaba llegar al superhombre independiente de los absolutos, termina convirtiéndose en  el niño que no sabe defenderse a sí mismo. 

Esto es evidencia que el espíritu no halla satisfacción sólo en conquistas, poder y logros sino en estar aprobado por su Creador y vivir una vida de dependencia de él y de esa manera buscar su trascendencia en esta vida y en la venidera.

Pero todos sabemos que algo que caracteriza al niño es su fe extrema, él puede estar a unos metros de altura y tirarse al vacío sin temor alguno sólo confiando en la palabra de su padre que le dice: “Salta”. Un niño vive confiado que los brazos de su progenitor no le fallarán.

Esa fe de niño en la fe cristiana nos convierte en los verdaderos súper hombres. 
Primero porque te permite ver el reino de Dios y disfrutar de sus bondades aquí en la tierra y segundo porque te convierte en un cristiano osado que nada teme, que cree a la Palabra de Su Padre. Su vida no es la un débil hombre sino la de un poderoso que alcanza cosas grandes porque su Padre es grande y su resolución de obedecer a él antes que a los hombres es algo innato en su ser.

El superhombre independiente de Dios de Nietzsche acaba volviéndose un niño
El niño dependiente del que habló Jesucristo se vuelve un héroe de la fe.

“Les aseguro que para entrar en el reino de Dios, ustedes tienen que cambiar su manera de vivir y ser como niños", Jesús (Mateo 18:2) 

Dios no ha muerto.

Jorge Arevalo

domingo, 26 de julio de 2020

EL FRUTO DEL ESPÍRITU




En el libro de Gálatas capítulo 5 verso 22-23 encontramos la declaración del apóstol Pablo respecto al fruto del Espíritu en nuestras vidas. El texto literalmente dice así:
“Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…”

Dios ha puesto en el hombre la semilla de su carácter, para que crezca y se manifieste en él. El hecho de que podamos amar a los demás, estar alegres, vivir en paz con todos, ser pacientes y amables, tratar bien a los demás, tener confianza en Dios, ser humildes y saber controlar nuestros malos deseos es una evidencia de la verdad bíblica de que somos a su imagen y semejanza. 

Pero debemos notar que este maravilloso fruto es producido en nosotros por el Espíritu. Es el Espíritu lo que nos hace ser esa clase de personas agradables.
Entonces, ¿qué pasó con aquellos que evidencian lo contrario al fruto del Espíritu?  Que en lugar de hacer bien, cometen actos de maldad, en lugar de ser humildes son arrogantes, en lugar de confiar en Dios son necios y cosas semejantes a estas?  ¿Es que acaso junto a esta semilla también está sembrada otra que produce frutos malos?

Según el contexto del texto, Pablo afirma que sí.  Junto al fruto del Espíritu está también el fruto de la carne. Es la carne la que produce todo deseo malo.
Entonces ¿cómo es que nosotros debemos lidiar con este fruto carnal de modo que reflejemos la imagen de Dios y no nos parezcamos al diablo?

Como a toda buena semilla se le debe proteger de la hierba mala, así debemos de cuidar de que el fruto del Espíritu crezca sano y fuerte dentro de nosotros.   
Dios ha puesto su semilla de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, un total de 9 manifestaciones del Espíritu que debemos hacer evidente.

Crezcamos hasta ser fuertes en ella, hagamos que estas manifestaciones formen parte de nuestro carácter, es nuestra responsabilidad  alimentarla, regarla y protegerla. Y ¿cómo logramos esto?

La oración es una de las llaves

La oración que va acompañada de acción de gracias y de alabanza es una de las claves, pues, no sólo tiene el poder de sensibilizar el corazón, sino que nos permite sentir la presencia misma del Espíritu de Dios. El mismo Espíritu que produce en nosotros este fruto.

Por un lado, el que produce el fruto es el Espíritu, pero por otro está también nuestra determinación a cultivarlo y regarlo cada día con la oración.

La confesión de la Palabra de Dios es otra de las llaves

Así como oramos y pedimos, debemos también declarar con nuestra boca la realidad de sus promesas. En nuestros labios debe estar diariamente la confesión del fruto:

  • “Estoy lleno del amor de Dios, ese amor que sobrepasa todo entendimiento”
  • “Mi corazón está lleno del gozo del Espíritu. El gozo del Señor es mi fortaleza”
  • “Mi alma tiene abundante paz. Estoy lleno de esa paz que sobrepasa todo entendimiento”
  • “Estoy lleno de paciencia”
  • “Soy un hombre lleno de benignidad”
  • “Estoy lleno de la bondad de Dios. Mis ojos espirituales están abiertos y puedo ver la bondad de Dios en su creación, en los hombres y en las instituciones de la sociedad”
  • “Tengo tanta fe. Puedo ordenarle a la montaña que se mueva y se mueve. A los vientos y las tempestades igualmente”
  • “Soy un hombre manso como paloma, la humildad y la mansedumbre son algo que me caracteriza”
  • “Tengo la templanza del Espíritu, puedo dominar todo deseo malo”.
A manera de reflexión pienso que si todos los hombres de la tierra hiciéramos agigantar el fruto del Espíritu en nuestras vidas, podría imaginarme una sociedad ideal donde no hay lugar para el odio, los rencores y las venganzas. No habría hombres tristes, desanimados y deprimidos. No habría lugar para la ansiedad, el estrés y las guerras. El hombre no actuaría por sus impulsos carnales y no cometería imprudencias. No habría delincuencia, asaltos y violaciones. Viviríamos en una sociedad donde la maldad no existiría. No habría temor, improductividad y pobreza. No habría peleas y conflictos en los hogares ni entre vecinos, y los hombres no cometerían exabruptos.  

Es la sociedad ideal que Dios pensó originalmente en que viviéramos. Pero Dios nos dice que no todo está perdido, aún podemos tener algo del paraíso perdido en la tierra, la respuesta está en el fruto del Espíritu. Esta semilla está dentro de nosotros. Confiemos en que el Espíritu lo produzca en abundancia y por nuestra parte colaboremos orando y declarando en fe para su manifestación.

Jorge Arevalo

ALINEA TU CONFESIÒN A LA PALABRA DE DIOS

  Descubrí claramente el poder de la palabra cuando el texto bíblico de Hebreos 4: 12 llamó mi atención acerca de sus efectos. Literalmente ...