sábado, 11 de agosto de 2018

DECLARACIONES DE PODER Y PROTECCIÓN DE ÁNGELES


Presento una lista de declaraciones de poder y autoridad de la Palabra de Dios, sobre toda circunstancias.

“Hablo que este es el día que hizo el Señor, para que me goce y para que lo disfrute en Él, viendo su salvación” (Salmos 118:24)

“Él envía sus ángeles alrededor de mí para que me protejan y me guarden” (Salmos 34:7)
“El Señor es mi pastor, nada me falta” (Salmos 23:1)
“Aunque ande en valle de sombra de muerte no temo mal alguno, porque tú mi Dios estás conmigo” (Salmos 23: 4)
“Por sus heridas en su cuerpo, yo fui curado. Jesús ha llevado todas mis enfermedades y dolencias” (Isaías 53:5)
“Dios me prospera en todas las cosas, así como en mi salud y prospera mi alma” (3 Juan 2)
“Yo habito al abrigo del Altísimo y moro bajo la sombra del Omnipotente” (Salmos 91:1)
“No me sobrevendrá mal, ni plaga toca mi morada, pues a sus ángeles envía cerca de mí que me guarden en todos mis caminos” (Salmos 91:11)
“En este día invoco su nombre, y él me responde, conmigo está en la angustia; me libra  y me glorifica, me sacia de larga vida, y me muestra su salvación” (Salmos 91: 15-16)
“Yo iré a mis padres en paz, y seré sepultado en buena vejez” (Génesis 15:15)
“No moriré, sino que viviré y contaré las obras del Señor mi Dios” (Salmos 118:17)
“Nada me separará del amor de Cristo, ni tribulación, ni angustia, ni persecución, ni hambre, ni desnudez, peligro o espada… antes en todas estas cosas soy más que vencedor por medio de Jesucristo” (Romanos 8: 35, 37)
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13)
“El Señor pelea por mí, y yo estoy tranquilo” (Éxodo 14:14) 
“Por nada estoy afanoso, decido poner delante de Dios mis peticiones con toda oración y ruego y con acción de gracias, y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guarda mi corazón y mi mente en Cristo Jesús” (Filipenses 4: 6-7)
“El Señor es mi Jehová Nisi, Él pelea por mí en mis batallas” (Éxodo 17.15-16)
“Él es Jehová Salom, mi Dios de paz, quién me dice en este día: Paz a ti, no morirás” (Jueces 6:23-24)
“Dios es mi amparo y fortaleza, mi pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1)
“El Señor es mi luz y salvación, ¿de quién temeré?, el Señor es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme” (Salmos 27: 1)
“Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron, aunque un ejército acampe contra mí, no temeré, aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado” (Salmos 27: 2-3)
“Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi socorro?, mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra, no dará mi pie al resbaladero ni se dormirá el que me guarda” (Salmos 121: 1-3)
“El Señor me guarda de todo mal, él guarda mi alma. El Señor guarda mi salida y mi entrada desde ahora y para siempre” (Salmos 121: 8)
“Dios no me dado espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio” (2 Timoteo 1:7)
“Mayor es Jesús que está en mí, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4)
“Jesús me ha dado potestad de hollar serpientes y escorpiones y toda fuerza del enemigo, y nada me dañará. Y es algo que hago ahora. En el nombre de Jesús, echo fuera de mi cuerpo todo espíritu de enfermedad. Echo fuera toda dolencia. Soy sano en el nombre de Jesús” (Lucas 10:19, Marcos 16: 17)
“En paz me acostaré, y así mismo dormiré; porque solo tú mi Señor, me haces vivir confiado” (Salmos 4:8)

Jorge Arévalo

viernes, 10 de agosto de 2018

MI MADRE, MI ÁNGEL FAVORITO


En una sección del libro “Grandes mujeres” que aún estoy escribiendo, no dejaré de mencionar a una en especial, mi madre, que al igual de las heroicas Sara, Esther, Débora,  Abigail de la Biblia u otras mujeres sobresalientes en la historia, tiene también hechos muy destacables en su vida los cuales paso a mencionar algunos. Y para tener que destacar  sus excelentes características la compararé con el accionar de ciertas criaturas mamás de la naturaleza para convertirla de ese modo en mi ángel favorito.


Sacrificio, fuerza y sabiduría de la osa polar

Se sabe que la mamá osa polar suele parir en medio del invierno y para cuidar a su recién nacido se queda dentro de la madriguera por algunos meses para darle la leche y durante todo este tiempo ella no puede alimentarse teniendo que sacrificar todas sus reservas de energía con tal de no dejar de dar de comer a su pequeño.

Me pregunto cómo la hizo mi madre con 10 hijos tenidos en situaciones económicas desfavorables, cómo hizo para cuidar y alimentar a cada uno de nosotros durante años en la pequeña madriguera de nuestra casa y tenernos a salvo.  Aunque acompañada de mi padre su sacrificio, sabiduría y fuerza ejercida durante el tiempo que crecíamos la ameritan para ser considerada en la lista de las grandes mujeres nacidas en este mundo.


Celo y valentía del cocodrilo hembra

Los cocodrilos hembra vigilan muy de cerca sus nidos hasta que los huevos eclosionan. Su celo y valentía impide que otros animales, incluyendo los de su especie hagan un festín de ellos. Una vez que sus criaturas nacen los carga en su boca y los lleva al agua donde continuará cuidándoles durante tres o cuatro años.

Mi madre al igual que los de esta especie ha necesitado mantenerse vigilante muy cerca de nosotros teniendo que ser celosa de todo aquello que pudiera haber representado peligro alguno a sus pequeños.

Celo, arrojo y valentía hacen de mi madre una mujer que destaca. Como hijos le estamos muy agradecidos por todo el tiempo de su cuidado brindado a nosotros.


Confianza de Gacela

Se sabe de la gacela que al dejar su cría sola en medio del desierto de la sábana africana que aunque puede no parecer el gesto más amoroso del mundo, sin embargo, lo hace para llamar la atención de cualquier predador sobre sí mismo y alejarlo de su retoño. Las ágiles piernas de una joven gacela pueden alcanzar velocidades de hasta 97 km/h.

Habiendo los hijos crecido lo suficiente mi madre como fiel prototipo de una confiada gacela iba también dejándonos cada vez solos, el gesto podría no haber parecido por nosotros como el más amoroso de la vida en su momento, sin embargo hizo que conociéramos rápidamente de las cosas del mundo, experimentando sus decepciones, desilusiones y necesidades que para bien y no mal nos llevó a los hermanos a buscar de Dios y aprender a confiar de él para su cuidado, protección y sabiduría y mantenernos de esta manera a salvo de los predadores de este mundo. Ahora es esta fe la que transmitimos a nuestros hijos.

Mi madre, es mi ángel favorito.

Jorge Arévalo

jueves, 9 de agosto de 2018

RESCATE EN LA CIUDAD DE LOS VIENTOS



Manejando la moto en una de esas noches calurosas de la ciudad de Pucallpa buscando la casa de uno de los usuarios de la empresa donde laboraba, fui sorprendido por un tremendo perro callejero, de aspecto feo y monstruoso  que de pronto se abalanzó con toda su rabia sobre mí para morderme. Levantándole la voz le reprendí: “En el nombre de Jesús”. Y el amenazante perro retrocedió emitiendo un gemido de dolor como si alguien le hubiese dado una fuerte patada.

No fui yo por supuesto. Entendí que en el momento de proclamar el nombre de Jesús el ángel del Señor que está al servicio de los hijos de Dios se interpuso entre el perro y yo haciéndome una cerrada defensa.

La Escritura hablando de los ángeles nos dice en Hebreos 1: 14

“¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”

Y en el Salmos 34: 7: 

“El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen,
Y los defiende”


Señores, ¿Por qué yo creo en Dios?

En el largo proceso de mi vida cristiana, mi relación con Dios ha sido fortalecida vez tras vez por la manifestación continua de su bondad hacia mí vida. He visto el accionar del Padre Celestial especialmente cuando he tenido que salir de viaje o cuando me encontraba en lugares de mucho riesgo. Sus ángeles siempre han acudido en mi protección y continúan haciéndolo aún hoy.

Hace unos meses me encontraba en Chicago, Estados Unidos, la última noche de mi estadía, fui en el tren de la ciudad con dirección a la estación central donde debía de tomar el inter estatal que me llevaría a la ciudad de New Orleans. Pero sucedió que bajé en la estación equivocada, en una vía donde sólo había rieles. Y estaba nevando.

Esperar el próximo tren implicaba estar como una hora a la intemperie con el intenso frío de la temporada (para los que no conocen Chicago, estar sólo un minuto fuera sin calefacción ya es muy terrible para el cuerpo y la salud de uno).

No podía esperar por todo ese tiempo ya que mi tren a la ciudad de los Jazz salía en 45 minutos. Tenía que avanzar a como dé lugar. Decidí bajar por las escaleras del pasadizo de la estación que me sacaba a una autopista donde pensé tomar un taxi que me llevara a la estación central.

Pasaban los minutos y no había ninguno disponible. Todos los que pasaban eran de los particulares. Mi celular no tenía el chip del país como para llamar un Uber, o a mi amigo donde me hospedé para que venga a verme al lugar donde estaba, no había wifi en la zona.

Temblando por el frío comencé a orar al Señor pidiéndole perdón y misericordia por atreverme a salir sólo en una ciudad tan grande como Chicago que poco conocía. Le pedí a Dios que me salvara, que me sacara del lugar y me ayude a llegar a la central para no tener que perder mi viaje.

En eso veo un señor que reparaba la llanta de su carro (pues justo, preciso, oportuno para mí se le había pinchado), me acerco donde él tratando de hablarle en inglés y explicarle mi problema. “No se preocupe”, me dijo. “Puedo entender todo lo que me dices”. “Espérame un ratito que yo le llevo a la estación”. Aliviado le di las gracias por su amabilidad.

Pasaron unos minutos y tenía ya listo su carro y con la calefacción dentro, me repuse rápidamente del escalofrio que mi cuerpo estaba empezando a sentir.

Me llevó hasta la estación central, bajó mis maletas, mi tren salía en 5 minutos. Saqué la billetera de mi bolsillo para pagarle, le pregunté  “¿cuánto es el servicio?”. “Nada, no te cuesta nada”. “Vale la pena servir, porque siempre hay recompensa de Dios”, me dijo.

Sorprendido por su generosidad y mirándole detenidamente a los ojos le contesté: “Tú eres mi ángel”. Bajando el rostro sin decirme nada y como descubierto rápidamente subió a su carro y se marchó.

Ufff, alabé a Dios por enviar su auxilio en esta circunstancia y rescatarme del peligroso frío de la ciudad de los vientos.



Jorge Arévalo
RESCATE EN LA CIUDAD DE LOS VIENTOS
Serie: “Ángeles”

miércoles, 8 de agosto de 2018

LIBRADO DEL CAMALEÓN DE LOS MUERTÍSIMOS



Era una de esas noches medio terroríficas en el cuartel del Ejército por la presencia de los muertísimos en el nido donde dormíamos los reclutas. Éstos recién venidos de la zona de emergencia donde combatieron con los terrucos ahora se las pagaban con nosotros y querían demostrar que eran verdaderos soldados y que nosotros debíamos aprender a ser tan hombres como ellos.

Nos despertaron como a la medianoche, y ordenaron formación. Éramos un batallón como de 300 reclutas y los muertísimos algo como de 30. La formación que ordenaron fue hacer filas de 5. Yo habré estado a más de la mitad de distancia de los formados.

Escuchaba el grito de dolor de cada uno de mis compañeros que estaban siendo maltratados.  Los muertísimos iban de recluta en recluta haciendo el camaleón (Un método de castigo que consistía en propinar  puñetes y patadas al estómago, y a diferentes partes del cuerpo de la víctima y remataban dando un planchazo al pecho derribándo al suelo a la victima dejándole medio muerto).

Este era el tipo de castigo que infringían estos salvajes por lo que su presencia en nuestros pabellones generaba miedo y terror. 

Luego de dos años de haber estado en la zona roja del Perú venian éstos con un hambre de sacar la mugre a todos los nuevos. Y lo lograban aprovechando la oscuridad de la noche y la no presencia de los superiores para saciar su apetito de violencia.

Había llegado mi turno, vi cuando golpearon de manera salvaje al compañero de al lado. Ahora me tocaba a mí. 

Oré en mi espíritu pidiendo a Dios que me librara. Invocaba a Dios dentro de mí que perdonara a esta gente ignorante, pero que me salvara de ellos. Dije a Dios que pusiera su mano protectora de poder sobre mí y me guardara.

En eso, ocurrió algo extraño, inimaginable para mí, pues salió de entre ellos uno que mirándome a la cara pronunciaba mi nombre completo: “Jorge Hernando Arévalo Arévalo”. Yo no le conocía. “¿Te acuerdas de mí?”, vociferaba.  

En realidad no le veía bien la cara, el ambiente mismo era medio oscuro. Pero me decía: “Yo fui tu promoción en el colegio, en el segundo año estudiamos juntos, estábamos en el mismo salón y luego me cambiaron y tú eras el que me enseñaba matemática”,  lo cual era muy raro, porque bien recuerdo que todos mis años de estudiante de secundaria siempre era un desaprobado en este curso y en ese entonces venía arrastrando el jalado del primer año esperando salvar recién en los cursos vacacionales de Enero. Pero el muertísimo estaba seguro de lo que decía. Y muy seguro de conocerme. 

En eso, vinieron sus compañeros para aplicarme el camaleón. Y para mi sorpresa el que decía que me conocía se puso en medio de entre ellos y yo protegiendome fuertemente con sus brazos y diciéndo a sus compañeros: “Con él no se metan, es mi primo”.

“Por favor promo, quítate de en medio, contigo no es la cosa, él tiene que recibir su regalo igual que los otros ”, le decían. “No y no, con él no se metan”, les contestó el ahora mi “primo protector”, “Si le tocan a él, se la verán conmigo”.

Por fin sus compañeros cedieron, no queriendo tener problemas con él pasaron delante de mí y fueron al que estaba al lado y continuaron con sus castigos hasta el último de los nuevos.

Mi protector viéndome a salvo se retiró entonces diciéndome: “Ya promo, estás seguro, otro día nos vemos”, y se despidió amablemente de mí complacido de haberme librado de la tanda de sus compañeros.

Aliviado, levanté mis ojos al cielo y di gracias a Dios por usar como mi ángel a una persona que no conocía, que salió de entre los mismos salvajes para protegerme de una manera especial del castigo del camaleón.


Jorge Arévalo
EL CAMALEÓN DE LOS MUERTÍSIMOS
Serie: “Ángeles”

martes, 7 de agosto de 2018

VÍ ÁNGELES EN FORMA DE PILOTOS DE CAZAS DE COMBATE MODERNO



Al comenzar el año dos mil mi esposa y yo decidimos venir a vivir a la capital para continuar nuestro servicio al Señor aquí, luego de trece años de servir como obrero en la iglesia Remanente de Dios en Iquitos, del cual guardo gratos recuerdos. Diez años fui director del ministerio de alabanza, y otros tantos evangelista y pastor juvenil. Pero sentíamos que era el momento de otros desafíos.

Buscando la dirección del Espíritu Santo llegamos al distrito de Barranco en Lima y nos unimos al ministerio del reciente ungido pastor Eduardo Pensotti, en ese entonces aún director del programa Club 700.

Mi carga principal en cuanto al ministerio siempre fueron los jóvenes Una noche del mes de Octubre del año 1999 vi en la televisión un reportaje de la juventud sumida en drogas en la zona barranquina del bulevart. El Espíritu Santo usó este informe para hacerme un llamamiento a este emblemático distrito. A los pocos años de estar como pastor de jóvenes del ahora Centro Familiar Cristiano, presenté un plan de prevención de violencia juvenil y pandillaje escolar al alcalde del municipio, el cual fue bien recibido y aceptado por él y su equipo.

Empecé a combinar mi trabajo desde entonces como pastor de jóvenes de la iglesia  y a la vez como director de jóvenes de la municipalidad por unos cuantos años más. Luego los pastores me dieron un nuevo encargo, esta vez ser el director de la escuela de formación líderes, el cual lo asumí con agrado juntamente con mi esposa, confiando en el talento de administración de ella.

Luego vinieron más cambios en mi ministerio. Retomamos las misiones de la selva, esta vez específicamente a los pueblos de la cuenca del río marañón. Y al mismo tiempo empecé a ejercer mi nuevo oficio de maestro.  Actualmente tengo un ministerio con proyección a la comunidad, involucrado más en capacitaciones a líderes cristianos y no cristianos que desean incursionar en la política. A la par continúo desarrollando mis programas de prevención de violencia juvenil básicamente en las escuelas. Es mi vida, la manera como Dios me llamó servir a mi generación.

Pero a lo largo de todo este proceso de asumir retos y desafíos nuevos,  no quiero dejar de contarles lo que me pasó la noche en que venía en el avión desde Iquitos, esto fue el día en que me trasladaba con mi pequeña familia a esta grande ciudad a comienzos del año dos mil.

Tenía apoyado mi cabeza a la ventanilla del avión sin nada más que ver la oscuridad del gran cielo de Dios, estaba nostálgico por haber dejado a mis padres, hermanas y algunos hermanos de mi querida iglesia, que fueron al aeropuerto a despedirnos. Venía pensando en cómo nos iría aquí en Lima, una nueva tierra de conquista para mí.

Mientras meditaba en todo esto, repentinamente vi aparecer por fuera de mi ventana un avión de caza tipo mirage entre la sombra de la noche. Limpié mis ojos con mis dos manos procurando borrar la imagen del avión de guerra que estaba viendo frente a mí. En eso, el piloto de la nave volteó su rostro hacia la ventana donde estaba, era su mirada dulce, apacible y tierna, aún lo tengo grabado claramente con detalles en mi mente,  con su sonrisa y una de sus manos levantada me saludaba. Podía leer en sus labios un “hola” “no estás sólo en este viaje, estamos contigo”. Anonadado por lo que veía atiné también a saludarlo y corresponder su sonrisa. Luego de esto, escuché un – zas- y el caza levantó vuelo en velocidad supersónica y detrás de él le seguían otros más.

Aún perplejo por esta visión, hice una oración a Dios para darle las gracias por sus ángeles que había mandado para el cuidado de mí y de mi familia. Les confieso que tenía yo la idea que los ángeles tenían sólo forma de seres espirituales con vestiduras blancas y con alas, algunos con espada desenvainada y otros con carros de fuego como en el Antiguo Testamento. Lo que vi en el inicio de este nuevo siglo son ángeles en forma de pilotos de combate y naves modernas de guerra que me saludaban dándome palabras de aliento y protección.  


Jorge Arévalo
ÁNGELES EN FORMA DE PILOTOS DE CAZAS DE COMBATE MODERNO
Serie: “Ángeles”

lunes, 6 de agosto de 2018

LIBRADO DE LOS MUERTÍSIMOS


Me correspondía presentarme en la Quinta Región Militar. Era el tiempo en que los jóvenes íbamos a servir a nuestra Patria en el ejército. Tenía cumplido los 18 años, exacto.  La primera fase a pasar en los primeros dos meses era el de recluta o el de perro, antes de ser soldado.

Por dicha tenía yo un cuñado de sub oficial, trompetista y director de la banda de música dentro del cuartel que estaba al tanto de mí y que en las horas del rancho me llamaba a la cocina para comer a la mesa con él, mientras todos mis compañeros reclutas comían fuera, parados, teniendo en las manos los platos de aluminio baratos en que te sirven la comida caliente y con tan sólo unos minutos para acabarlo todo.

Tal privilegio llamaba la atención de los antiguos soldados del comedor quienes eran los que atendían, desde cabos, sargentos y algunos otros sub oficiales promoción de mi cuñado que veían con desagrado y rabia mi presencia en la cocina, cuando mi lugar era el de estar fuera haciendo la fila de los perros.

Habían también “muertísimos” en la cocina (así les llamaban a los soldados que retornaban de las zonas de la selva alta del Perú donde se enfrentaban a los terroristas), quienes al ver mi suerte juraron masacrarme cuando me encontrara sólo. Y vaya que sí lo intentaron.

Me encontraba una tarde a la hora de la siesta sentado fuera del galpón donde ponían a dormir a los nuevos. Mis compañeros descansaban dentro. Yo acostumbraba a meditar y orar en lugar de dormir en esa hora.

En eso vi a tres muertísimos de la cocina que se aproximaban en dirección a mí, yo estaba seguro que venían para estropearme. Era el momento para ellos, me la tenían jurada, aprovecharían que estaba sólo para descargar toda su cólera y su envidia hacia mí por los privilegios del comedor.

Pretendí escaparme del lugar, miré hacia mi derecha para echar a correr pero había un par más de ellos acercándose por ese lado. Entonces, intenté por la izquierda, pero otro par más venían por ahí. Estaba rodeado. Sólo me quedaba la opción de huir por debajo del galpón pero la tierra era húmeda y medio pantanoso, temía de alguna serpiente o algún otro animal peligroso.

No me quedaba escapatoria, estaba como los israelitas cuando salieron de Egipto y de pronto Faraón comenzó a perseguirlos y no tenían más a dónde huir, sólo el mar frente a ellos. Y se pusieron a orar.

Yo hice lo mismo, me lancé al piso y teniendo la frente en tierra como en humillación empecé a clamar a Dios. “Padre, libérame de estos muertísimos que me quieren matar”. “Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, ten misericordia de mí”.  

Con el rostro aún en el suelo y de rodillas esperaba sentir los golpes de sus patadas y puñetes. Pero pasaban los minutos y nada me sucedía. Entonces, levanté mi mirada esperando verlos a mi alrededor y ohh sorpresa, no había ninguno de ellos.

Se esfumaron. Desaparecieron como por arte de magia. En eso veo a mi cuñado acercándose hacia mí y viéndome fuera de mi galpón de descanso me dijo: “¿Jorge, qué haces aquí?”, “¿No estás durmiendo?”.  Le dije que yo acostumbraba orar en ese tiempo. Y le conté de los muertísimos que vinieron por mí para aniquilarme pero que seguro al verle a él se escabulleron.

Entonces mi cuñado me contó que él también usaba ese tiempo para dormir un poco, pero que fue despertado por alguien que le tocó en su costado y le susurró al oído: “Ve a ver a Jorge”.  No sabía él quien pudo haber sido. “Fue mi ángel quién te despertó y te hizo venir donde mí”, le dije. “Y llegaste en el momento preciso en que los muertísimos estaban casi encima de mí y me salvaste”.

Y los dos mirándonos a la cara nos sonreímos.


Jorge Arévalo
LIBRADO DE LOS MUERTÍSIMOS
Serie: “Ángeles”  

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