Al comenzar el año dos mil mi
esposa y yo decidimos venir a vivir a la capital para continuar nuestro
servicio al Señor aquí, luego de trece años de servir como obrero en la iglesia
Remanente de Dios en Iquitos, del cual guardo gratos recuerdos. Diez años fui director
del ministerio de alabanza, y otros tantos evangelista y pastor juvenil. Pero sentíamos
que era el momento de otros desafíos.
Buscando la dirección del Espíritu Santo llegamos al distrito de Barranco en Lima y nos unimos al ministerio del reciente ungido pastor Eduardo Pensotti, en ese entonces aún director del programa Club 700.
Mi carga principal en cuanto al ministerio siempre fueron los jóvenes Una noche del mes de Octubre del año 1999 vi en la televisión un reportaje de la juventud sumida en drogas en la zona barranquina del bulevart. El Espíritu Santo usó este informe para hacerme un llamamiento a este emblemático distrito. A los pocos años de estar como pastor de jóvenes del ahora Centro Familiar Cristiano, presenté un plan de prevención de violencia juvenil y pandillaje escolar al alcalde del municipio, el cual fue bien recibido y aceptado por él y su equipo.
Empecé a combinar mi trabajo desde entonces como pastor de jóvenes de la iglesia y a la vez como director de jóvenes de la municipalidad por unos cuantos años más. Luego los pastores me dieron un nuevo encargo, esta vez ser el director de la escuela de formación líderes, el cual lo asumí con agrado juntamente con mi esposa, confiando en el talento de administración de ella.
Luego vinieron más cambios en mi ministerio. Retomamos las misiones de la selva, esta vez específicamente a los pueblos de la cuenca del río marañón. Y al mismo tiempo empecé a ejercer mi nuevo oficio de maestro. Actualmente tengo un ministerio con proyección a la comunidad, involucrado más en capacitaciones a líderes cristianos y no cristianos que desean incursionar en la política. A la par continúo desarrollando mis programas de prevención de violencia juvenil básicamente en las escuelas. Es mi vida, la manera como Dios me llamó servir a mi generación.
Pero a lo largo de todo este proceso de asumir retos y desafíos nuevos, no quiero dejar de contarles lo que me pasó la noche en que venía en el avión desde Iquitos, esto fue el día en que me trasladaba con mi pequeña familia a esta grande ciudad a comienzos del año dos mil.
Tenía apoyado mi cabeza a la ventanilla del avión sin nada más que ver la oscuridad del gran cielo de Dios, estaba nostálgico por haber dejado a mis padres, hermanas y algunos hermanos de mi querida iglesia, que fueron al aeropuerto a despedirnos. Venía pensando en cómo nos iría aquí en Lima, una nueva tierra de conquista para mí.
Mientras meditaba en todo esto, repentinamente vi aparecer por fuera de mi ventana un avión de caza tipo mirage entre la sombra de la noche. Limpié mis ojos con mis dos manos procurando borrar la imagen del avión de guerra que estaba viendo frente a mí. En eso, el piloto de la nave volteó su rostro hacia la ventana donde estaba, era su mirada dulce, apacible y tierna, aún lo tengo grabado claramente con detalles en mi mente, con su sonrisa y una de sus manos levantada me saludaba. Podía leer en sus labios un “hola” “no estás sólo en este viaje, estamos contigo”. Anonadado por lo que veía atiné también a saludarlo y corresponder su sonrisa. Luego de esto, escuché un – zas- y el caza levantó vuelo en velocidad supersónica y detrás de él le seguían otros más.
Aún perplejo por esta visión, hice una oración a Dios para darle las gracias por sus ángeles que había mandado para el cuidado de mí y de mi familia. Les confieso que tenía yo la idea que los ángeles tenían sólo forma de seres espirituales con vestiduras blancas y con alas, algunos con espada desenvainada y otros con carros de fuego como en el Antiguo Testamento. Lo que vi en el inicio de este nuevo siglo son ángeles en forma de pilotos de combate y naves modernas de guerra que me saludaban dándome palabras de aliento y protección.
Buscando la dirección del Espíritu Santo llegamos al distrito de Barranco en Lima y nos unimos al ministerio del reciente ungido pastor Eduardo Pensotti, en ese entonces aún director del programa Club 700.
Mi carga principal en cuanto al ministerio siempre fueron los jóvenes Una noche del mes de Octubre del año 1999 vi en la televisión un reportaje de la juventud sumida en drogas en la zona barranquina del bulevart. El Espíritu Santo usó este informe para hacerme un llamamiento a este emblemático distrito. A los pocos años de estar como pastor de jóvenes del ahora Centro Familiar Cristiano, presenté un plan de prevención de violencia juvenil y pandillaje escolar al alcalde del municipio, el cual fue bien recibido y aceptado por él y su equipo.
Empecé a combinar mi trabajo desde entonces como pastor de jóvenes de la iglesia y a la vez como director de jóvenes de la municipalidad por unos cuantos años más. Luego los pastores me dieron un nuevo encargo, esta vez ser el director de la escuela de formación líderes, el cual lo asumí con agrado juntamente con mi esposa, confiando en el talento de administración de ella.
Luego vinieron más cambios en mi ministerio. Retomamos las misiones de la selva, esta vez específicamente a los pueblos de la cuenca del río marañón. Y al mismo tiempo empecé a ejercer mi nuevo oficio de maestro. Actualmente tengo un ministerio con proyección a la comunidad, involucrado más en capacitaciones a líderes cristianos y no cristianos que desean incursionar en la política. A la par continúo desarrollando mis programas de prevención de violencia juvenil básicamente en las escuelas. Es mi vida, la manera como Dios me llamó servir a mi generación.
Pero a lo largo de todo este proceso de asumir retos y desafíos nuevos, no quiero dejar de contarles lo que me pasó la noche en que venía en el avión desde Iquitos, esto fue el día en que me trasladaba con mi pequeña familia a esta grande ciudad a comienzos del año dos mil.
Tenía apoyado mi cabeza a la ventanilla del avión sin nada más que ver la oscuridad del gran cielo de Dios, estaba nostálgico por haber dejado a mis padres, hermanas y algunos hermanos de mi querida iglesia, que fueron al aeropuerto a despedirnos. Venía pensando en cómo nos iría aquí en Lima, una nueva tierra de conquista para mí.
Mientras meditaba en todo esto, repentinamente vi aparecer por fuera de mi ventana un avión de caza tipo mirage entre la sombra de la noche. Limpié mis ojos con mis dos manos procurando borrar la imagen del avión de guerra que estaba viendo frente a mí. En eso, el piloto de la nave volteó su rostro hacia la ventana donde estaba, era su mirada dulce, apacible y tierna, aún lo tengo grabado claramente con detalles en mi mente, con su sonrisa y una de sus manos levantada me saludaba. Podía leer en sus labios un “hola” “no estás sólo en este viaje, estamos contigo”. Anonadado por lo que veía atiné también a saludarlo y corresponder su sonrisa. Luego de esto, escuché un – zas- y el caza levantó vuelo en velocidad supersónica y detrás de él le seguían otros más.
Aún perplejo por esta visión, hice una oración a Dios para darle las gracias por sus ángeles que había mandado para el cuidado de mí y de mi familia. Les confieso que tenía yo la idea que los ángeles tenían sólo forma de seres espirituales con vestiduras blancas y con alas, algunos con espada desenvainada y otros con carros de fuego como en el Antiguo Testamento. Lo que vi en el inicio de este nuevo siglo son ángeles en forma de pilotos de combate y naves modernas de guerra que me saludaban dándome palabras de aliento y protección.
ÁNGELES EN FORMA DE PILOTOS DE CAZAS DE COMBATE MODERNO
Serie: “Ángeles”
Comentarios
Publicar un comentario