viernes, 7 de febrero de 2020

EL PODER DE CONTROLARSE A SÍ MISMO







“B

ienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5: 5)

La mansedumbre según muestra Jesús es la tercera vía para alcanzar la felicidad.

En la promesa de la mansedumbre están implícitas todas las bendiciones de Dios para la vida. El total de las bendiciones aquí en la tierra son alcanzadas por aquellos que han trabajado en el desarrollo de su carácter.

La mansedumbre es un fruto del espíritu.

Lo más glorioso que se pueda destacar en  un ser humano es cuando ha adquirido el poder de controlarse así mismo.

El proverbio dice: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad” (Proverbios 16: 32).

Moisés, el gran libertador de Israel siendo aún joven y perteneciente a la nobleza faraónica no pasó la prueba del carácter. Un día vio a un egipcio maltratar a un hermano israelita y explotó en ira acabando con él.

Esto le costó la huida al desierto y cuarenta años del trato de Dios sobre su vida luego del cual terminó convertido en el hombre más manso de la tierra y según nos revela la Escritura se hizo digno de recibir su llamado como libertador de su pueblo.

Las estadísticas nacionales de maltrato y violencia nos causan asombro. Según el INEI,  en el año 2016 el 68,2 % de las mujeres en el Perú han sufrido violencia física, sexual o psicológica. En el 2017 nos sorprende aún más debido a que el porcentaje se eleva terriblemente, siendo esta una constante cada año. ¿Qué está pasando en el Perú?

Indudablemente la violencia es el reflejo de una falta de mansedumbre, cualidad indispensable para una convivencia pacífica ya sea en el hogar o el trabajo.

Jesús nos desafía a imitarle en este aspecto,  en el libro de Mateo capítulo 11 verso 29 nos dice: “…aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.

Hoy en día los psicólogos tratan de enseñarnos respecto al manejo de la ira o al control del enojo con técnicas que resultan en la mayoría de los casos insatisfactorios para evitar este tipo de reacciones.

En mi opinión la respuesta está en el nuevo nacimiento tema al cual se refirió Jesús cuando habló con Nicodemo, distinguido sacerdote de Israel.

“Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?”, (Juan 3:2-4).

El profeta Ezequiel lo sugirió de esta manera:

“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”.

En el mundo de hoy miles de millones de personas que han creído en Jesús pueden dar fe de este nuevo corazón y testifican que sus vidas han sido transformadas por el poder del amor de Jesucristo.

Entonces sí que podemos alcanzar la felicidad por la vía de la mansedumbre.

Jesús afirmó “Bienaventurados los mansos…”

El corazón de un manso recibe satisfacción al tener sus emociones bajo control. Es para los que guardan la mansedumbre  la promesa de “recibir la tierra por heredad”. 

Las bendiciones materiales a raudales se prometen a aquellos que cumplen este requisito.

Un hombre manso evitará muchos males en la sociedad como los pleitos, las contiendas o algún tipo de venganza personal y se mantendrá tranquilo y confiado en la justicia divina y en los de la corte de su país.

Según el sabio hindú Swami Sivananda, “La humildad no es cobardía. Mansedumbre no es debilidad. La humildad y la mansedumbre son realmente poderes espirituales”.

Poderes necesarios para la adquisición de la felicidad en la vida.


Jorge Arévalo

miércoles, 5 de febrero de 2020

LA BENDICIÓN DE LAS LÁGRIMAS



“B

ienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5: 4).


Jesús enseñó que el llorar trae consigo una bienaventuranza. Recuerdo de niño oír a mi padre decir: “los hombres no lloran”, un típico estereotipo machista de nuestra cultura pero muy alejado de la verdad.

El llorar es algo positivo debido que liberan hormonas de la  felicidad. 

Una investigación realizada por la Universidad de Yale demostró que al derramar lágrimas el cuerpo libera endorfinas que son unos neurotransmisores que ayudan a crear una sensación de bienestar en nuestro cuerpo.

Algunas razones de vaciar nuestra alma en oración según nos enseña las Escrituras y que dan como resultado las bienaventuranzas del sermón de la montaña son:


El llorar por nuestros pecados

Una primera razón que nos debe llevar a derramar nuestras lágrimas ante Dios es por los pecados propios. El pecado se da cuando fallamos el tiro, cuando nos perdemos en el camino. La teología define el pecado como errar en el blanco, es decir, errar en los pensamientos y deseos que llevan a uno a hacer cosas que están contra los mandatos de Dios.


La carga del pecado en nuestra alma no es buena para nuestra salud tanto física como emocional.

Es por eso que la Biblia nos insta a confesar nuestros pecados ante Dios y de ser necesario los unos con los otros con arrepentimiento de corazón.


El llorar por los pecados de la nación

Otra de las razones importantes por los cuales debemos de llorar de manera especial es por los pecados de los líderes políticos y religiosos de la nación.

La corrupción de los funcionarios públicos, el aumento de la pobreza, la delincuencia de las calles, las mafias organizadas, el narcotráfico, los abortos clandestinos, la injusticia de los jueces entre otros.  

La escritura de 2da de Crónicas 7:14 nos dice:

“si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.



El llorar por un avivamiento en la tierra

Uno de los mejores ejemplos de clamor por avivamiento en la tierra es Evan Roberts, un joven predicador de Gales quién por más de trece años intercedió en oración y lágrimas para que Dios interviniera sobrenaturalmente en la transformación de su país.

Y Dios le dio grande consolación cuando en el año 1904 se desató el mayor movimiento del Espíritu Santo conocido hasta entonces en la historia de la iglesia contemporánea.

Según la información de la Editorial Diarios de Avivamientos, los alcohólicos abandonaron las cantinas y se volvieron sobrios y padres de familia ejemplares.

Las tabernas cerraron por falta de clientes o cambiaban de rubro. Las prostitutas y personas marginales cambiaron radicalmente de vida, el índice de delitos y criminalidad bajó drásticamente, las comisarías se vaciaron, no había detenciones, los hombres que trabajaban en las minas de carbón se convirtieron y sus caballos tuvieron que ser reeducados por cuanto sus amos cambiaron su vocabulario. Anteriormente estos caballos fueron adiestrados en obedecer órdenes con palabras vulgares.   

En ese contexto de avivamiento también los deportistas, actores de teatro, políticos y personalidades de todos los sectores de la sociedad comenzaron a asistir a los cultos dominicales de las iglesias. Todos querían oír la Palabra de Dios. El avivamiento afectó todas las esferas de la sociedad.

Jesús enseñó que el secreto a la felicidad está en el llorar y hacerlo con lágrimas verdaderas de arrepentimiento, deseando de corazón una vida nueva, positiva y transformada, además de compungirse por una nación que se llene de paz, que se vuelva impregnada de valores prácticos de convivencia pacífica, que exista el amor a Dios y al prójimo y que en lugar de destruirnos o hacernos daño entre nosotros mismos prevalezca el respeto y la tolerancia.

Los que lloran son los bienaventurados. Llorar no es señal de debilidad, llorar es de personas valientes, llenas de compasión, a ellos va dirigida la promesa de Jesucristo que serán felices y recibirán consolación.


Jorge Arévalo

domingo, 2 de febrero de 2020

¿ES CIERTO QUE LAS RIQUEZAS MATERIALES TRAEN LA FELICIDAD?


Desde el principio de la civilización, los hombres andan en búsqueda de la felicidad. Pensadores occidentales como Sócrates, Platón, Aristóteles, escuelas de pensamientos como de los estoicos, epicúreos, cínicos, escépticos hasta filósofos contemporáneos han buscado dar respuestas sobre el cómo ser feliz.
Muchas recetas han sido probadas, pero en esta ocasión daré a conocer una que contiene principios prácticos o secretos que estoy seguro que funcionan para alcanzar la satisfacción en la vida y éstas no tienen nada de misticismo.

Estos principios han sido pronunciados por el más grande y sabio hombre que haya existido jamás sobre la tierra,  su nombre es Jesús de Nazaret, el Maestro, el Mesías, el Salvador para la humanidad y aunque pasaron algo más de dos mil años de su existencia sus discípulos aún se multiplican día a día y se cuentan en miles de millones en todo el planeta.

Es mi deseo que disfrutes la lectura de esta serie y que sus revelaciones produzcan en ti un cambio de mente en cómo encontrar la felicidad en esta vida. 


LOS POBRES DE ESPÍRITU

Q

uiero remitirme a un pasaje sagrado del Nuevo Testamento que se encuentra en el libro de Mateo capítulo 5 versículos del 1 al 12. Desarrollaré punto por punto estos versículos buscando descubrir los secretos para ser feliz enseñados por Jesucristo.

No subestimo las enseñanzas de filósofos o psicólogos que también abordan el tema de la felicidad. Sólo quiero mostrarte una perspectiva diferente que añade algunos elementos que muchos de los escritores universales no resaltan pero que sin embargo son las claves para entender las bienaventuranzas. 

En primer lugar en el discurso del Sermón de la Montaña el maestro Jesús enseñó  que son “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. 

En esta declaración Jesús devela el primer secreto: La felicidad consiste en la pobreza de espíritu.

Esto resulta paradójico para los que pensamos que el dinero es lo que da la felicidad y que por tal razón tenemos que emplear toda nuestra energía en alcanzarlo.

Es decir, llegar a ser rico en este mundo es encontrar la felicidad. ¿Es esto verdad?

Dejemos que uno de los hombres más ricos de este tiempo nos aclare el tema, me remito al  famoso empresario mexicano Carlos Slim que tiene una fortuna valuada en 54,000 millones de dólares.

En una entrevista con Larry King, Slim expresó que “es una locura pensar que la felicidad viene de las cosas materiales o la acumulación de objetos”, “eso no es felicidad, cuando crees eso es que tienes problemas. (Cuando tienes dinero) te vuelves como un niño al que le dan todos los juguetes que quiere. Siempre vas a querer más”.

Esta declaración del multimillonario es muy importante entenderlo sobre todo para los que estamos en esta búsqueda.

Contrario a la creencia que las riquezas traen la felicidad, el maestro nazareno afirmó que el secreto  es la pobreza de espíritu.

Y explico el porqué.

Un hombre pobre e indigente que necesita de ayuda se hace dependiente de los demás. Igualmente un pobre de espíritu se volverá a Dios, hará de él su dependencia, le dirá en sus plegarias: “Te necesito, eres mi proveedor, mi pan de Vida”.

Y el resultado será que Dios que responde la oración le suplirá no sólo sus necesidades materiales sino que llenará su alma de gozo y paz que le hará sentir felicidad en su corazón aún a costa de no tener dinero en su bolsillo.

La felicidad consiste entonces en tener un alma llena de su Presencia. Y para que esto suceda el hombre debe asumir una condición de pobreza espiritual que lo guíe a buscar su satisfacción en el Dios de la vida.

Aunque Jesús agregó las bendiciones materiales como consecuencia de ser pobre en espíritu, en Mateo 6:33 dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas (materiales como comida, vestido, casa) serán añadidas”.

El primer secreto para ser felices es buscar a Dios antes que los bienes de este mundo.  

El reino de los cielos según el apóstol Pablo “no es cuestión de comidas o bebidas, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14: 17).

Agustín de Hipona lo dijo de esta manera:

“La felicidad es regocijarse en ti, para ti y por causa de ti Dios. Esta es la verdadera felicidad y no hay ninguna otra”

Jorge Arévalo

ALINEA TU CONFESIÒN A LA PALABRA DE DIOS

  Descubrí claramente el poder de la palabra cuando el texto bíblico de Hebreos 4: 12 llamó mi atención acerca de sus efectos. Literalmente ...