Durante mi adolescencia por alguna circunstancia era bien flaco, 54 kilos para una talla de 1.71 cm ya pueden ustedes imaginarse lo delgado que se me veía. Tenía los pómulos sobresalidos, los dientes y las orejas grandes y me ponía como tres pantalones para lucir algo de piernas. Mi terror eran los paseos y las piscinas porque tenía que quedarme solo en short y sacar el polo, lo cual evidentemente no lo hacía. Me echaba al agua con ropa y todo. Fue una etapa muy humillante de mi vida en que recibía muchas burlas y las chicas no me querían. Ya había hecho todo lo que fuera posible para subir de peso, como comprarme el libro de atlas y matricularme en un gimnasio para levantar peso, igualmente comer bastante pan y arroz y tomar vitaminas, pero nada lograba añadir unos kilos a mi peso. Tenía que soportar muchas chapas como calavera, topogigio y tunche. Cansado de esta situación decidí hacer algo diferente que les voy a contar a continuación: 1. Orar Recuerdo que acudí a la ora