Durante mi adolescencia por alguna circunstancia era bien flaco, 54 kilos para una talla de 1.71 cm ya pueden ustedes imaginarse lo delgado que se me veía. Tenía los pómulos sobresalidos, los dientes y las orejas grandes y me ponía como tres pantalones para lucir algo de piernas. Mi terror eran los paseos y las piscinas porque tenía que quedarme solo en short y sacar el polo, lo cual evidentemente no lo hacía. Me echaba al agua con ropa y todo. Fue una etapa muy humillante de mi vida en que recibía muchas burlas y las chicas no me querían. Ya había hecho todo lo que fuera posible para subir de peso, como comprarme el libro de atlas y matricularme en un gimnasio para levantar peso, igualmente comer bastante pan y arroz y tomar vitaminas, pero nada lograba añadir unos kilos a mi peso. Tenía que soportar muchas chapas como calavera, topogigio y tunche.
Cansado de esta situación
decidí hacer algo diferente que les voy a contar a continuación:
1.
Orar
Bien lo primero que hice para subir de peso fue orar.
2. Imaginar
Lo siguiente que hice fue encender mi imaginación. Cada vez que iba al espejo para peinarme el cabello me miraba ya no con los ojos físicos sino con los de la mente. Me imaginaba viéndome asimismo un joven guapo, de buen porte con una camisa blanca y corbata roja. Es decir, no sólo repuesto en mi peso sino como un caballero bien vestido y con una buena apariencia.
La neurociencia ha demostrado que cuando uno se imagina se activan los circuitos cerebrales que hace que empecemos a sentir aquello que estamos visualizando. Por ejemplo, si nos imaginamos haciendo un deporte de lucha el cuerpo empieza a responder como si fuera cierto, se acelera el ritmo cardiaco, la respiración y la tensión arterial, se producen las micro contracciones musculares exactamente igual como cuando estamos soñando algo fuerte.
Utilizando la imaginación a mi favor empecé a sentirme bien, era feliz de ser quien me proyectaba ser.
3. Declarar positivamente
El texto bíblico dice: “Creí, por tanto hablé”. Es lo que comencé a hacer a continuación. Ahora estaba creyendo en mi salud, estaba creyendo que ya no era un joven delgado sino que estaba sano, que era corpulento y guapo.
El proverbios enseña que en la boca hay un poder de vida o de muerte, de bendición o de maldición, el que la ama comerá de sus frutos. Si tú amas la vida y las bendiciones de salud y riquezas, obtendrás lo que dices, en cambio, si tú amas la muerte y la vida de miseria recibirás si es eso lo que declaras.
En cuanto a mí, comencé a declarar sólo lo bueno, a imaginarme teniendo el peso ideal para mi estatura. ¿Y qué creen que me empezó a suceder? Pues cada mes subía dos kilos. En menos de un par de años me convertí en el joven de mis sueños. En menos de dos años ya tenía mi atractivo para llamar la atención de las señoritas y tenía el peso que sentía que me daba presencia en las reuniones que iba.
Lamento decirles que el comer bastante, alzar pesas, tomar vitaminas y otras cosas más que hice a mí no me funcionó. Por eso yo creo en el poder de la oración, en el poder de la imaginación y en el poder de la declaración.
Mis buenos deseos para ti
Jorge Arevalo
Historia personal 01
Comentarios
Publicar un comentario