Qué es lo que Génesis 1: 26 -28 enseña de la idea
del hombre y de su papel en el mundo? Veamos:
"Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a
nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar,
en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal
que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen
de Dios lo creó; varón y hembra los creó…"
Este texto de Génesis 1:26-28 nos presenta una de
las afirmaciones más profundas y revolucionarias sobre la humanidad: el hombre
fue creado a imagen y semejanza de Dios. Esta declaración, en el contexto del
Antiguo Oriente, donde solo el rey era considerado la imagen divina, es
radical. Al afirmar que todos los seres humanos, sin distinción de clase o
género, son imágenes de Dios, el texto bíblico eleva la dignidad de cada
individuo a un nivel inigualable.
El hombre como rey y sacerdote
En la antigua Mesopotamia, la realeza
era vista como una conexión directa con lo divino. El rey era considerado el
representante de los dioses en la tierra, y se le otorgaba un estatus casi
divino. Sin embargo, el Génesis extiende esta noción a toda la humanidad. Si
todos somos imágenes de Dios, entonces todos poseemos una dignidad intrínseca y
un llamado a ejercer dominio sobre la creación. Esto nos convierte en una
especie de "reyes" y "sacerdotes" en la tierra, llamados a
gobernar con justicia y santidad.
La idea de que todos somos creados a
imagen de Dios es un poderoso antídoto contra la desigualdad y la injusticia.
Sin embargo, ¿cómo podemos traducir este principio en acciones concretas en un
mundo tan complejo?
"Un Encuentro Real"
Imagina por un momento que caminas
por una calle cualquiera. La vida transcurre a tu alrededor, un torbellino de
rostros y ocupaciones. En medio de ese ajetreo, te detienes. Un pequeño gesto,
una pausa en tu día, que puede cambiar tu perspectiva y la de alguien más.
Recuerda aquella invitación:
"Haga un alto por un momento y busque a otra persona y estreche su mano.
Aunque usted vea a un ser humano imperfecto y débil, dígale: "¡Hola, Su
Majestad!" No lo diga en son de broma. Permita que su mirada y el tono de
su voz muestren sinceridad."
¿Qué pasaría si, en lugar de ver solo a un
desconocido, vieras a un rey o una reina en potencia? Alguien que, como tú,
porta la imagen divina, un reflejo de la majestad del Creador.
Un reconocimiento profundo
Al saludar a esa persona con el
título de "Su Majestad", no estás exagerando ni siendo irónico. Estás
reconociendo la dignidad inherente que todos llevamos dentro, una dignidad que
trasciende nuestras imperfecciones y debilidades. Estás recordando a ambos que,
a pesar de las apariencias, somos parte de una realeza celestial.
Un viaje en el tiempo
Al realizar este pequeño acto, estás
haciendo un viaje en el tiempo. Te estás conectando con los primeros seres
humanos, Adán y Eva, quienes, al mirarse, descubrieron con asombro la grandeza
de su creación. Estás reviviendo ese momento de revelación, ese instante en el
que comprendieron su lugar en el universo.
Un cambio de perspectiva
Cuando saludas a alguien como a un
rey o una reina, estás cambiando tu propia perspectiva. Estás reconociendo que
cada encuentro es una oportunidad para celebrar la humanidad, para reafirmar la
belleza y el valor de cada individuo.
Un mundo de reyes y reinas
Imagínate un mundo donde todos se saludaran
con respeto y admiración, reconociendo la dignidad inherente en cada persona.
Un mundo donde la empatía y la compasión fueran la norma, y donde cada
encuentro fuera una oportunidad para crecer y conectar.
¡Anímate a vivir esta experiencia!
La próxima vez que te cruces con
alguien, recuerda esta invitación. Saluda con sinceridad y respeto, y observa
cómo cambia la energía del encuentro. Quizás, al hacerlo, no solo estarás
haciendo feliz a otra persona, sino que también estarás transformando el mundo,
un saludo a la vez.
A nivel de sociedad podemos luchar
contra el racismo y la discriminación promoviendo la diversidad y la inclusión
en todos los ámbitos de la sociedad. Defender los derechos de los migrantes y
refugiados, abogando por políticas migratorias justas y humanitarias. Luchar
contra la violencia de género, desterrando el machismo y asegurando la igualdad
de oportunidades para las mujeres.
Un
Nuevo Paradigma: La Humanidad a la Luz de la Creación
El doctor Pratt nos invita a imaginar
un mundo transformado. Un mundo donde las familias florecieran en armonía,
donde la intolerancia y la guerra fueran reliquias del pasado. Un mundo donde
cada encuentro humano fuera un reconocimiento mutuo de la divina imagen que
llevamos dentro. Esta visión, lejos de ser una utopía, es el fruto de una
verdad fundamental: el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios.
Contrastando con la fría y
determinista visión evolucionista, la creencia en nuestra creación divina nos
otorga una identidad y un propósito únicos. Al reconocernos como hijos de Dios,
entendemos que somos más que el resultado de procesos aleatorios. Somos
portadores de una chispa divina, una capacidad innata para amar, crear y
trascender.
Los frutos de la creación
Esta nueva perspectiva transforma
nuestra vida de manera profunda:
- Mayor creatividad: Al comprender que somos co-creadores con Dios, nuestra capacidad
creativa se despliega plenamente. Nos sentimos libres para explorar nuevas
ideas, expresar nuestra individualidad y dejar nuestra huella en el mundo.
- Autoestima sana: El conocimiento de ser amados y valorados por Dios nos dota de una
autoestima sólida. Nos sentimos seguros de nuestro valor y capaces de
enfrentar los desafíos de la vida.
- Respeto por los demás: Al reconocer la imagen de Dios en cada persona, cultivamos una
profunda empatía y respeto. Valoramos la diversidad y celebramos las
cualidades únicas de cada individuo.
- Un propósito superior: La vida adquiere un significado más profundo cuando la vemos como
parte de un plan divino. Nos sentimos llamados a dejar un legado positivo
y a contribuir al bienestar de la humanidad.
·
Un llamado a la acción
La
creencia en nuestra creación divina no es solo una idea teórica, es un llamado
a la acción. Al vivir a la altura de nuestra identidad, podemos transformar el
mundo a nuestro alrededor. Podemos construir relaciones más sólidas, resolver
conflictos de manera pacífica y crear comunidades más justas y compasivas.
Jesús Hernández y la Fe de los
Gigantes de la Ciencia
Jesús Hernández, en su incansable
búsqueda por comprender las raíces de la genialidad científica, se sumergió en
las vidas de aquellos hombres y mujeres que revolucionaron nuestro mundo. Su
investigación lo llevó a un descubrimiento sorprendente: detrás de las
ecuaciones, los experimentos y los teoremas que han moldeado nuestra
civilización, se escondía una profunda fe en un Creador.
Isaac Newton, el padre de la física
clásica, no solo desentrañó los misterios del universo, sino que también dedicó
gran parte de su vida al estudio de la Biblia. Galileo Galilei, a pesar de las
controversias de su época, siempre afirmó que su objetivo era comprender mejor
la creación divina. Johannes Kepler, con su mente brillante, veía en las leyes
celestes la huella del diseño inteligente de Dios.
La lista es interminable: Pascal, Pasteur, Boyle,
Leibniz... todos ellos, gigantes de la ciencia, compartían una convicción
común: eran instrumentos en las manos de un Creador, llamados a descubrir los
secretos de un universo diseñado con un propósito.
La fe como fuente de inspiración
La historia de estos científicos nos
muestra que la fe y la ciencia no son necesariamente enemigas, sino que pueden
complementarse y enriquecerse mutuamente. La fe proporciona un marco de
referencia para comprender el universo y nos motiva a buscar la verdad. La
ciencia, a su vez, nos permite explorar y comprender mejor la creación de Dios.
Nos muestra que es posible ser un científico
brillante y un creyente sincero al mismo tiempo.
El Valor de la Vida: Una Verdad
Amenazada
Darrow L. Miller, en su obra
"Discipulado de Naciones", nos alerta sobre una peligrosa mentira que
ha permeado tanto el secularismo como el animismo: la negación del valor
intrínseco de la vida humana. Al negar que el hombre sea creado a imagen de
Dios, estas cosmovisiones socavan la base misma de la dignidad humana y abren
la puerta a prácticas como el aborto, que antes eran consideradas aberrantes.
Miller plantea una pregunta
provocadora: ¿Es sorprendente que, a medida que el secularismo ha penetrado en
la cultura occidental, el aborto haya sido aceptado cada vez más y se haya
elevado a la categoría de "derecho"? La respuesta es clara: no. Al
despojar a la vida humana de su carácter sagrado, se allana el camino para que
se la trate como un simple objeto, sujeto a la voluntad y los deseos
individuales.
Las consecuencias de negar la imagen
de Dios
Cuando se niega la imagen de Dios en
el hombre, se producen una serie de consecuencias devastadoras:
- Deshumanización: Al reducir al ser humano a una mera colección de átomos o a un
producto de la evolución, se le priva de su dignidad y se lo convierte en
un objeto de manipulación.
- Relativismo moral: Si no existe un estándar absoluto de bien y mal, basado en la
naturaleza divina del hombre, entonces cualquier acción puede justificarse
en función de las circunstancias o los deseos individuales.
- Destrucción de la sociedad: Una sociedad que no valora la vida humana está condenada a la
decadencia y a la destrucción. El aborto, la eutanasia y otras prácticas
que atentan contra la vida son síntomas de una profunda crisis moral.
Un llamado a defender la vida
Ante este panorama, es urgente
recuperar la comprensión bíblica de la persona humana. Al reconocer que somos
creados a imagen de Dios, reafirmamos el valor infinito de cada vida y nos
comprometemos a defenderla. Esto implica:
- Servir: Brindar apoyo a las mujeres embarazadas que se encuentran en
situaciones difíciles y promover alternativas al aborto.
- Educar: Enseñar a las nuevas generaciones el valor de la vida y la
importancia de proteger a los más vulnerables.
- Legislar: Trabajar para que las leyes protejan la vida desde la concepción
hasta la muerte natural.
Las Implicancias de Ser Creados a
Imagen de Dios según Myles Munroe
Myles Munroe, un destacado teólogo y
líder cristiano, dedicó una gran parte de su ministerio a explorar la
profundidad y el significado de ser creados a imagen de Dios. Según su
enseñanza, esta afirmación bíblica tiene implicaciones radicales y transformadoras
para nuestras vidas.
Dignidad Inherente:
- Valor incalculable: Ser imagen de Dios confiere a cada ser humano
un valor infinito e incomparable. No somos simples productos de la
evolución, sino que fuimos creados con un propósito divino.
- Respeto y honor: Esta dignidad exige que tratemos a todas las
personas con respeto y honor, reconociendo la chispa divina que habita en
cada uno.
Dominio
Creativo:
- Co-creadores con Dios: Como imagen de Dios, tenemos la capacidad de
crear y dar forma a nuestro mundo. Somos co-creadores con Dios, llamados a
manifestar su gloria en la tierra.
- Innovación y progreso: Esta perspectiva nos libera para ser
innovadores y buscar el progreso en todas las áreas de nuestras vidas.
Relación con Dios:
- Intimidad: Ser creados a imagen de Dios nos capacita para tener una
relación íntima y personal con nuestro Creador. Podemos conocerlo, amarlo
y ser amados por Él.
- Propósito: Nuestra vida adquiere un significado más profundo cuando
la entendemos como una respuesta al llamado de Dios.
Potencial ilimitado:
- Más allá de las limitaciones: Nuestra identidad como hijos de Dios
nos libera de las limitaciones impuestas por el mundo. Tenemos el
potencial de alcanzar grandes alturas y lograr cosas que consideramos
imposibles.
- Desarrollo continuo: Somos seres en constante crecimiento y
desarrollo, llamados a alcanzar nuestro máximo potencial.
Responsabilidad:
- Administradores de la creación: Como imagen de Dios, tenemos la
responsabilidad de cuidar de la creación y de nuestros semejantes.
- Influencia en el mundo: Nuestras acciones tienen un impacto en el
mundo que nos rodea, por lo que debemos vivir de manera que refleje la
gloria de Dios.
En resumen, Myles Munroe enseñaba que
ser creado a imagen de Dios es mucho más que una simple afirmación teológica.
Es una verdad transformadora que tiene el poder de revolucionar nuestra vida.
Al comprender nuestra verdadera identidad, podemos vivir con un sentido de
propósito, dignidad y esperanza.
Un
llamado supremo
Eres más de lo que
imaginas. La imagen de Dios brilla en ti, por lo que ¡Despierta al gigante que
llevas dentro! Con la sangre de Cristo como tu escudo, eres invencible. ¡Avanza
con confianza hacia tus sueños! ¡Tu vida es un regalo sagrado! Has sido forjado
a imagen del Creador, tienes un potencial ilimitado para alcanzar alturas
insospechadas. ¡Créelo, vívelo y triunfa!
Jorge Arevalo
Libro: “Destinados al Éxito” - Cap. 4
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