“Así que
acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y
hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos”. Hebreos
4: 16 (NVI)
En la teología sistemática editado por Stanley M. Horton en 1994, encontramos que los términos "gracia" y "misericordia" representan dos aspectos de la personalidad y la actividad de Dios que son diferentes, aunque están relacionados. Experimentar la gracia de Dios es recibir un regalo que no podemos ganar y que no merecemos. Por otro lado, experimentar la misericordia de Dios es ser guardado del castigo que de hecho merecemos.
Dios es el verdadero Juez que retiene para sí el poder sobre el castigo último y definitivo. Cuando perdona nuestros pecados y nuestras culpas experimentamos su misericordia. Cuando recibimos el don de la vida, experimentamos su gracia.
La misericordia de Dios se lleva el castigo, mientras que Su gracia reemplaza lo negativo con algo positivo. Merecemos el castigo, pero Él nos da a cambio su paz y nos restaura a la plenitud. Tito 2:11 dice: "Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres". Tito 3: 5 "nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo".
En la Francia del siglo XIX una madre solicitó a Napoleón el perdón de su hijo. El emperador dijo que era el segundo delito que cometía el hombre y que la justicia exigía su ejecución. "No pido justicia", dijo la madre, "pido misericordia". "Pero señora", respondió el emperador, "no merece misericordia alguna". "Su excelencia", prosiguió la madre, "si se la mereciera, no sería misericordia, y misericordia es todo lo que le pido". "Muy bien", dijo el emperador, "tendré misericordia". Y así se salvó la vida de su hijo.
En la teología sistemática editado por Stanley M. Horton en 1994, encontramos que los términos "gracia" y "misericordia" representan dos aspectos de la personalidad y la actividad de Dios que son diferentes, aunque están relacionados. Experimentar la gracia de Dios es recibir un regalo que no podemos ganar y que no merecemos. Por otro lado, experimentar la misericordia de Dios es ser guardado del castigo que de hecho merecemos.
Dios es el verdadero Juez que retiene para sí el poder sobre el castigo último y definitivo. Cuando perdona nuestros pecados y nuestras culpas experimentamos su misericordia. Cuando recibimos el don de la vida, experimentamos su gracia.
La misericordia de Dios se lleva el castigo, mientras que Su gracia reemplaza lo negativo con algo positivo. Merecemos el castigo, pero Él nos da a cambio su paz y nos restaura a la plenitud. Tito 2:11 dice: "Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres". Tito 3: 5 "nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo".
Puesto que tenemos la necesidad de que se
nos haga pasar de muerte a vida, estos aspectos de Dios de la misericordia y
gracia aparecen unidos con frecuencia en las Escrituras, a fin de mostrarnos su
relación mutua. Efesios 2: 4-5 "Pero Dios, que es rico
en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois
salvos)”.
La página apologetics Press en su versión
español resalta la historia del hijo pródigo de Lucas 15 y manifiesta lo
siguiente: Jesús habló de un hijo rebelde que había pecado en contra de su
padre y derrochado su preciosa herencia. Al regresar a casa, él decidió decir a
su padre: “Hazme como uno de tus jornaleros” (15:19). Él estaba preparado para
lo peor. Pero él recibió lo mejor. Su padre, “cuando aún estaba lejos,... fue
movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. (Lucas
15:20).
El hijo no recibió lo que mereció; él
recibió lo que no mereció. Él recibió misericordia y gracia. Debemos
anhelar el día cuando nosotros podamos presentarnos delante de Su
trono y agradecerle por extendernos esa misma misericordia y gracia.
En la Francia del siglo XIX una madre solicitó a Napoleón el perdón de su hijo. El emperador dijo que era el segundo delito que cometía el hombre y que la justicia exigía su ejecución. "No pido justicia", dijo la madre, "pido misericordia". "Pero señora", respondió el emperador, "no merece misericordia alguna". "Su excelencia", prosiguió la madre, "si se la mereciera, no sería misericordia, y misericordia es todo lo que le pido". "Muy bien", dijo el emperador, "tendré misericordia". Y así se salvó la vida de su hijo.
“Pues todos han pecado y están privados de
la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante
la redención que Cristo Jesús efectuó” (Romanos 3: 23-24).
“La misericordia nos perdona. La gracia nos
corteja y se casa con nosotros.” (Max Lucado).
Es mi deseo y oración que en este tiempo
recibas de las bendiciones de la gracia de Dios que es algo que tú no puedes
ganar y que su misericordia te guarde de todo castigo que de hecho puedes
merecer. “Estás destinado al éxito”. Paz a tí.
Jorge Arévalo
Sección: Fe y
espiritualidad
Extracto del Libro: "Destinados al éxito"
Extracto del Libro: "Destinados al éxito"
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