miércoles, 19 de septiembre de 2018

EL TENER SIEMPRE LA RAZÓN

Existe en algunos la tendencia de demostrar ante un desacuerdo con otra persona que su punto de vista es el único correcto. La opinión del otro no importa, simplemente se ignora y no se escucha. Es una forma perfeccionista de actuar, la persona no puede aceptar que puede estar equivocado y va a intentar probar que siempre tiene la razón aunque sus argumentos sean ridículos.

“Tengo razón y punto”
“No me importa lo que pienses”

En este tipo de distorsión de la mente la persona que siempre dice tener la razón no cederá y si la otra actúa igual ya pueden imaginarse la discusión será de nunca acabar.

Palabras claves: "Yo tengo razón",   “El/ella está equivocado/a".

El siempre tener la razón también se puede relacionar con formas de crianza estricta o autoritaria donde el padre o la madre no dan lugar a explicaciones y el hijo adolescente termina resignándose y el resultado será que tendrá una pobre autoestima, sentirá que es una persona sin valor, que no tiene nada que aportar a la humanidad y por ende se llenará de complejos.


¿Cómo refutar este pensamiento de siempre tener la razón?

En primer lugar, dejar de centrarse en uno mismo. Aprender a escuchar al otro. 

Segundo: Preguntarse: ¿Tiene esa persona derecho a su punto de vista? ¿Puedo aprender algo de su punto de vista sin hacerme una idea prejuzgada de ella?


Pensamientos cristianos para contrarrestar

Aprender a escuchar a otro

“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”
(Santiago 1:19)

“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”
(Efesios 6: 1-4)

El que acepta la corrección
tendrá una larga vida,
pero quien no oye consejos
no llegará muy lejos.
(Proverbios 10:17)

Dios es por excelencia el que más escucha

“Yo amo al Señor
porque él escucha mi voz suplicante.
Por cuanto él inclina a mí su oído,
lo invocaré toda mi vida”
(Salmos 116: 1-2)

En mi angustia invoqué al Señor;
clamé a mi Dios,
y él me escuchó desde su templo;
¡mi clamor llegó a sus oídos!
(Salmos 18:6)

“Los ojos del Señor están sobre los justos,
y sus oídos, atentos a sus oraciones”
(Salmos 34:15

El saber escuchar fortalece las relaciones

“esforzándoos por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”
(Efesios 4:3)

“Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres”
(Romanos 12:18)

“Así que procuremos lo que contribuye a la paz y a la edificación mutua”
(Romanos 14:19)

“AIRAOS, PERO NO PEQUEIS; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”
(Efesios 4:26)

“Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas”
(Colosenses 3:19)

Enmendarse si se ha fallado

“Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”
(Mateo 5: 23- 24

“Un obispo debe ser, pues, irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, no dado a la bebida, no pendenciero, sino amable…”
(1 Timoteo 3: 2-5)

“Y el segundo es semejante a éste: AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO”
(Mateo 22:39)


Jorge Arévalo
TENER SIEMPRE LA RAZÓN
Serie: “Pensamientos que perturban”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ALINEA TU CONFESIÒN A LA PALABRA DE DIOS

  Descubrí claramente el poder de la palabra cuando el texto bíblico de Hebreos 4: 12 llamó mi atención acerca de sus efectos. Literalmente ...