martes, 1 de mayo de 2018

SECRETOS PARA SER FELIZ (2) "LOS QUE LLORAN"


“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5: 4). Jesús enseñó que el llorar es una bienaventuranza. Recuerdo de niño oír a mi padre decir: “los hombres no lloran”, un típico estereotipo machista de nuestra cultura, pero sin embargo el llorar es bueno, porque descarga hormonas de felicidad.  Una investigación realizada por la Universidad de Yale demostró que al derramar lágrimas el cuerpo libera endorfinas que son unos neurotransmisores que ayudan a crear una sensación de bienestar en nuestro cuerpo. En esta oportunidad te daré algunas razones bíblicas acerca del porqué llorar que creo que es a lo que Jesús se refería en su sermón de la montaña.  
1.       Llorar por nuestros pecados. Una primera e importante razón que nos debe llevar a llorar es cuando fallamos el tiro o nos perdemos en el camino. La definición teológica del pecado es errar en el blanco, es decir, errar en pensar o desear algo que va en contra de los mandamientos de Dios. Conocemos que la carga del pecado en nuestro ser no es nada bueno para nuestra salud física y espiritual. Es por eso que en la Biblia se insta a confesar nuestros pecados ante Dios y cuando es necesario unos a otros y hacerlo en arrepentimiento de corazón. 

2.       Llorar por los pecados de nuestra nación. Razones para llorar en oración ante Dios por los pecados de nuestro país en general hay muchas. Corrupción de funcionarios en política, aumento de la pobreza, delincuencia callejera y organizada, narcotráfico, abortos clandestinos, injusticia, etc. La escritura de 2da de Crónicas 7:14 dice: “si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.

3.       Llorar por un avivamiento en nuestra tierra. Uno de los mejores ejemplos de clamor por avivamiento es Evan Roberts, un joven predicador de Gales quién por más de trece años intercedió en oración y lágrimas para que Dios interviniera sobrenaturalmente en la transformación de su país. Y Dios le dio grande consolación cuando en el año 1904 se desatara el mayor movimiento del Espíritu Santo conocido hasta entonces en el siglo. Según la información de la Editorial Diarios de Avivamientos, los alcohólicos abandonaron las cantinas y se volvieron sobrios y padres de familia ejemplares. Las tabernas cerraron por falta de clientes o cambiaban de rubro. Prostitutas y personas marginales cambiaron radicalmente de vida, el índice de delitos y criminalidad bajó drásticamente, las comisarías se vaciaron, no habían detenciones, los mineros que trabajaban en las minas de carbón se convirtieron y sus caballos tuvieron que ser reeducados por cuanto sus amos cambiaron su vocabulario, anteriormente sus caballos fueron adiestrados en obedecer órdenes en forma de malas palabras.  En ese tiempo aún los deportistas, actores de teatro, políticos y personalidades de todos los sectores de la sociedad asistían a los cultos dominicales de las iglesias. Todos querían oír la Palabra de Dios. El avivamiento afectó todas las esferas.

Jesús enseñó que el camino a la felicidad es el lloro, las lágrimas y esto según la enseñanza bíblica debe ser por una vida nueva, ordenada y transformada, por una nación en paz, impregnada de los valores cristianos del amor a Dios y al prójimo para que en lugar de destruirnos y hacernos daño entre nosotros mismos exista el amor y el respeto los unos a los otros. Los que lloran son los felices, no nos equivoquemos, llorar no es señal de debilidad, llorar es de valientes y más aún ante Dios. Porque los que lloran asegura Jesús “serán consolados”.

Jorge Arévalo
Sección: Filosofía y Teología.

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