“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán
consolación” (Mateo 5: 4). Jesús enseñó que el llorar es una bienaventuranza. Recuerdo
de niño oír a mi padre decir: “los hombres no lloran”, un típico estereotipo
machista de nuestra cultura, pero sin embargo el llorar es bueno, porque descarga
hormonas de felicidad. Una investigación
realizada por la Universidad de Yale demostró que al derramar lágrimas el
cuerpo libera endorfinas que son unos neurotransmisores que ayudan a crear una
sensación de bienestar en nuestro cuerpo. En esta oportunidad te daré algunas razones
bíblicas acerca del porqué llorar que creo que es a lo que Jesús se refería en
su sermón de la montaña.
1.
Llorar por nuestros pecados. Una primera e
importante razón que nos debe llevar a llorar es cuando fallamos el tiro o nos
perdemos en el camino. La definición teológica del pecado es errar en el
blanco, es decir, errar en pensar o desear algo que va en contra de los
mandamientos de Dios. Conocemos que la carga del pecado en nuestro ser no es
nada bueno para nuestra salud física y espiritual. Es por eso que en la Biblia se
insta a confesar nuestros pecados ante Dios y cuando es necesario unos a otros
y hacerlo en arrepentimiento de corazón.
2.
Llorar por los pecados de nuestra nación. Razones
para llorar en oración ante Dios por los pecados de nuestro país en general hay
muchas. Corrupción de funcionarios en política, aumento de la pobreza,
delincuencia callejera y organizada, narcotráfico, abortos clandestinos,
injusticia, etc. La escritura de 2da de Crónicas 7:14 dice: “si se humillare mi
pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y
se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y
perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.
3.
Llorar por un avivamiento en nuestra tierra. Uno
de los mejores ejemplos de clamor por avivamiento es Evan Roberts, un joven predicador
de Gales quién por más de trece años intercedió en oración y lágrimas para que
Dios interviniera sobrenaturalmente en la transformación de su país. Y Dios le
dio grande consolación cuando en el año 1904 se desatara el mayor movimiento
del Espíritu Santo conocido hasta entonces en el siglo. Según la información de
la Editorial Diarios de Avivamientos, los alcohólicos abandonaron las cantinas
y se volvieron sobrios y padres de familia ejemplares. Las tabernas cerraron
por falta de clientes o cambiaban de rubro. Prostitutas y personas marginales cambiaron
radicalmente de vida, el índice de delitos y criminalidad bajó drásticamente,
las comisarías se vaciaron, no habían detenciones, los mineros que trabajaban
en las minas de carbón se convirtieron y sus caballos tuvieron que ser
reeducados por cuanto sus amos cambiaron su vocabulario, anteriormente sus
caballos fueron adiestrados en obedecer órdenes en forma de malas palabras. En ese tiempo aún los deportistas, actores de
teatro, políticos y personalidades de todos los sectores de la sociedad
asistían a los cultos dominicales de las iglesias. Todos querían oír la Palabra
de Dios. El avivamiento afectó todas las esferas.
Jesús enseñó que el camino a la felicidad es el lloro, las lágrimas y esto según la enseñanza bíblica debe ser por una vida nueva, ordenada y transformada, por una nación en paz, impregnada de los valores cristianos del amor a Dios y al prójimo para que en lugar de destruirnos y hacernos daño entre nosotros mismos exista el amor y el respeto los unos a los otros. Los que lloran son los felices, no nos equivoquemos, llorar no es señal de debilidad, llorar es de valientes y más aún ante Dios. Porque los que lloran asegura Jesús “serán consolados”.
Jorge Arévalo
Sección: Filosofía y Teología.
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