“Bienaventurados los
mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5: 5).
La mansedumbre es la tercera vía para alcanzar la felicidad, según nos lo muestra Jesús. La mansedumbre está conectada con las más grandes bendiciones de Dios producto de recibir la tierra por heredad. Pero el total de estas bendiciones aquí en la tierra son alcanzadas por aquellos que han trabajado en el desarrollo de su carácter. La mansedumbre es un fruto del espíritu en nuestras vidas. Lo más grande que puede suceder a un ser humano es saber cómo controlarse así mismo. Un proverbio bíblico dice: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad” (Prov. 16: 32).
La mansedumbre es la tercera vía para alcanzar la felicidad, según nos lo muestra Jesús. La mansedumbre está conectada con las más grandes bendiciones de Dios producto de recibir la tierra por heredad. Pero el total de estas bendiciones aquí en la tierra son alcanzadas por aquellos que han trabajado en el desarrollo de su carácter. La mansedumbre es un fruto del espíritu en nuestras vidas. Lo más grande que puede suceder a un ser humano es saber cómo controlarse así mismo. Un proverbio bíblico dice: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad” (Prov. 16: 32).
Moisés el gran libertador de Israel siendo aún joven y
perteneciente a la nobleza faraónica no pasó la prueba. Un día viendo a un
egipcio maltratar a un israelita hermano de su pueblo, explotó en ira y acabó
con el egipcio. Esto le costó la huida al desierto y un trato de Dios por
espacio de cuarenta años al fin del cual terminó convertido en el hombre más
manso de la tierra según las Escrituras y digno de recibir su llamado de máximo
líder del pueblo de Abraham.
Hoy las estadísticas nacionales de maltrato y violencia nos
asombran. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), sólo
en el año 2016 el 68,2 % de las mujeres en el Perú han sufrido violencia
física, sexual o psicológica. Este porcentaje es elevadísimo. Y el 2017 nos
sorprende aún más debido a que el porcentaje se eleva terriblemente. ¿Qué está
pasando en el país? Indudablemente es el reflejo de la falta de mansedumbre en el
hombre. Jesús nos desafía en este tiempo a seguir su ejemplo, en el libro de
Mateo capítulo 11 verso 29 nos dice: “…aprended de mí, que soy manso y humilde
de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.
Hoy en día los psicólogos tratan de enseñar respecto al
manejo de la ira o control del enojo con técnicas que resultan en la mayoría de
los casos insuficientes para erradicar este mal de la población. Para mí la
respuesta está en el Nuevo Nacimiento que prometió Jesús daría a los que
creyesen en él. El profeta Ezequiel lo profetizó de esta manera: “Os daré
corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré el corazón
de piedra, y os daré un corazón de carne”. Hoy millones de millones de personas
alrededor del mundo creyentes en Jesucristo que pueden dar fe de esta nueva
vida.
Entonces, ¿cómo alcanzamos la felicidad? Jesús afirma que es
por la vía de la mansedumbre.
“Bienaventurados o felices los mansos…”. El corazón de un manso se
satisface al llevar una vida bajo control de sus emociones negativas. Es para
ellos la gran promesa que “recibirán la tierra por heredad”. Las bendiciones materiales a raudales se dan
a aquellos que cumplen con este requisito. Un hombre manso evitará muchos males
en la sociedad como pleitos, contiendas o venganza y se mantendrá firme y
confiado en la justicia divina y en la de los hombres de la corte.
“La humildad no es cobardía. Mansedumbre no es debilidad. La
humildad y la mansedumbre son realmente poderes espirituales” (Swami Sivananda,
maestro hindú).
Jorge Arévalo
Sección: Fe y Espiritualidad
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