Jesús dijo en Marcos 11:22-23 «…Tened fe en Dios. Porque de cierto os
digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no
dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le
será hecho».
Los milagros existen. Jesús enseñó de una ley de milagros que garantiza la realización de cosas imposibles. Estoy seguro que cada uno de nosotros que está siendo desafiado para cosas grandes en el presente año necesita de esta ley para verlas acontecer en su vida.
A continuación tres ingredientes para hacer operar la ley de los milagros:
La palabra hablada en cualquiera de sus formas positiva o negativa siempre tiene el poder de realizar lo que dice. Proverbios 12:18 revela que las palabras pueden curar como herir. “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada, pero la lengua de los sabios es medicina”.
Es la razón por la que debemos pensar cuidadosamente en cómo usar las palabras. Jesús la empleó para sanar enfermos, liberar endemoniados, limpiar leprosos, dar vista a los ciegos, hacer oír al sordo, multiplicar los panes, calmar los vientos y tempestad así como resucitar a los muertos.
El centurión romano cuando mandó llamar a Jesús para sanar a su criado, dijo: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará», Mateo 8:8. Este centurión reconocía la autoridad del Señor sobre toda enfermedad y dolencia, reconocía que por su palabra su criado moribundo podía sanar aun estando a una distancia de kilómetros.
Este mismo poder en las palabras las tenemos en nuestra lengua, Jesús nos dio autoridad para hablar a toda montaña de dificultad y ordenarle que se vaya de nuestro camino y lo hará.
En Marcos 16: 17-18 Jesús dijo: «Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios… sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán». Para echar los demonios y sanar a los enfermos en Su Nombre se necesita hablar la palabra. El milagro está en la boca. La palabra hablada con fe es el primer ingrediente de la ley de los milagros.
Un segundo ingrediente para la operación de la ley de los milagros es no dudar en el corazón. El apóstol Santiago dice: “...el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor», Santiago 1:6-7.
La duda es el arma de Satanás para robarte lo que Dios te dio. Toda la felicidad, comunión, paz, gozo y bendiciones abundantes que Adán y Eva disfrutaban en el huerto lo echaron a perder cuando dieron lugar a la duda en sus corazones.
La duda es el principal enemigo de la fe y puede volver inoperante la ley de los milagros. Jesús fue tentado tres veces para dudar de la palabra de Dios durante su ayuno de cuarenta días. Pero guardó su corazón y no dio le dio cabida e inmediatamente comenzó su ministerio público operando bajo la ley de los milagros.
La duda no tiene ningún sustento sólido, la fe en cambio, se basa en la Palabra de Dios y en una historia de miles de años llenos de testimonios de milagros.
Según la traducción al lenguaje actual Marcos 11:23-24 dice así: «Les aseguro que, si tienen confianza y no dudan del poder de Dios, todo lo que pidan en sus oraciones sucederá. Si le dijeran a esta montaña: Quítate de aquí y échate en el mar, así sucedería. Sólo deben creer que ya está hecho lo que han pedido».
En el mismo contexto del pasaje que estamos explicando se encuentra el tercer ingrediente importante para la operación de la ley de los milagros: El perdón.
Sin perdón no hay milagros. Las amarguras, resentimientos, celos, envidias y cosas por el estilo son solo impedimentos. Usted no moverá montaña alguna sino perdona en su corazón. Los milagros divinos no consisten solo de palabras y de fe, no es magia, emanan de un corazón lleno de perdón, y limpio de toda rencilla.
Hay una frase de William Shakespeare que dice: “El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe”
El perdón completa los ingredientes necesarios para la operación de la ley de los milagros en y a través de su vida.
Los milagros existen. Jesús enseñó de una ley de milagros que garantiza la realización de cosas imposibles. Estoy seguro que cada uno de nosotros que está siendo desafiado para cosas grandes en el presente año necesita de esta ley para verlas acontecer en su vida.
A continuación tres ingredientes para hacer operar la ley de los milagros:
Habla la palabra
«Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a
este monte…»
La palabra hablada en cualquiera de sus formas positiva o negativa siempre tiene el poder de realizar lo que dice. Proverbios 12:18 revela que las palabras pueden curar como herir. “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada, pero la lengua de los sabios es medicina”.
Es la razón por la que debemos pensar cuidadosamente en cómo usar las palabras. Jesús la empleó para sanar enfermos, liberar endemoniados, limpiar leprosos, dar vista a los ciegos, hacer oír al sordo, multiplicar los panes, calmar los vientos y tempestad así como resucitar a los muertos.
El centurión romano cuando mandó llamar a Jesús para sanar a su criado, dijo: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará», Mateo 8:8. Este centurión reconocía la autoridad del Señor sobre toda enfermedad y dolencia, reconocía que por su palabra su criado moribundo podía sanar aun estando a una distancia de kilómetros.
Este mismo poder en las palabras las tenemos en nuestra lengua, Jesús nos dio autoridad para hablar a toda montaña de dificultad y ordenarle que se vaya de nuestro camino y lo hará.
En Marcos 16: 17-18 Jesús dijo: «Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios… sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán». Para echar los demonios y sanar a los enfermos en Su Nombre se necesita hablar la palabra. El milagro está en la boca. La palabra hablada con fe es el primer ingrediente de la ley de los milagros.
No dudes en tu corazón
“Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte:
Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón…»Un segundo ingrediente para la operación de la ley de los milagros es no dudar en el corazón. El apóstol Santiago dice: “...el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor», Santiago 1:6-7.
La duda es el arma de Satanás para robarte lo que Dios te dio. Toda la felicidad, comunión, paz, gozo y bendiciones abundantes que Adán y Eva disfrutaban en el huerto lo echaron a perder cuando dieron lugar a la duda en sus corazones.
La duda es el principal enemigo de la fe y puede volver inoperante la ley de los milagros. Jesús fue tentado tres veces para dudar de la palabra de Dios durante su ayuno de cuarenta días. Pero guardó su corazón y no dio le dio cabida e inmediatamente comenzó su ministerio público operando bajo la ley de los milagros.
La duda no tiene ningún sustento sólido, la fe en cambio, se basa en la Palabra de Dios y en una historia de miles de años llenos de testimonios de milagros.
Según la traducción al lenguaje actual Marcos 11:23-24 dice así: «Les aseguro que, si tienen confianza y no dudan del poder de Dios, todo lo que pidan en sus oraciones sucederá. Si le dijeran a esta montaña: Quítate de aquí y échate en el mar, así sucedería. Sólo deben creer que ya está hecho lo que han pedido».
Perdona todo lo malo que otra persona te haya hecho
«Cuando oren, perdonen todo lo malo que otra persona les haya hecho. Así
Dios, su Padre que está en el cielo, les perdonará a ustedes todos sus
pecados», Marcos 11: 25-26 (TLA).En el mismo contexto del pasaje que estamos explicando se encuentra el tercer ingrediente importante para la operación de la ley de los milagros: El perdón.
Sin perdón no hay milagros. Las amarguras, resentimientos, celos, envidias y cosas por el estilo son solo impedimentos. Usted no moverá montaña alguna sino perdona en su corazón. Los milagros divinos no consisten solo de palabras y de fe, no es magia, emanan de un corazón lleno de perdón, y limpio de toda rencilla.
Hay una frase de William Shakespeare que dice: “El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe”
El perdón completa los ingredientes necesarios para la operación de la ley de los milagros en y a través de su vida.
Del libro “Destinados al éxito”
Por Jorge Arévalo
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