Aurelius Augustinus Hipponensis, del siglo IV d. C, nació en Tagaste, la actual Argelia. Fue el máximo pensador del cristianismo del
primer milenio. Estudió Gramática y sobresalió en el estudio de las letras. Desde muy joven se interesó en la literatura clásica
griega y estaba dotado de una gran elocuencia. Además le agarró un gusto por el
teatro.
La vida de Agustín tiene marcada dos tiempos, un antes y un después de su conversión al cristianismo, donde encontró su propósito de vida.
En cuanto a su afición por el pensamiento griego al principio fue maniqueista, pero abandonó este pensamiento porque no satisfizo su corazón sediento por la verdad. El maniqueísmo aceptaba la existencia del bien y del mal, lo cual estuvo en desacuerdo, creía que el mal no es una realidad positiva.
La vida de Agustín tiene marcada dos tiempos, un antes y un después de su conversión al cristianismo, donde encontró su propósito de vida.
En cuanto a su afición por el pensamiento griego al principio fue maniqueista, pero abandonó este pensamiento porque no satisfizo su corazón sediento por la verdad. El maniqueísmo aceptaba la existencia del bien y del mal, lo cual estuvo en desacuerdo, creía que el mal no es una realidad positiva.
Para Agustín el maniqueísmo apoyaba la
pasividad del bien ante el mal.
Gracias a su amigo Símaco, Prefecto de Roma llegó a ser
nombrado Magister Rhetoricae de Milán y principal orador imperial para disputar
en oratoria directamente con el obispo Ambrosio. Fue precisamente este obispo
que le hizo conocer los escritos de Plotino y las epístolas del apóstol Pablo
con los cuales se convirtió al cristianismo.
Una vez convertido a la fe de Cristo, predicó y escribió incansablemente, polemizó con todos aquellos que iban en contra de la doctrina y del pensamiento cristiano, entre los que estaban los donatistas, arrianos, pelagianos, priscilianistas, académicos y los propios maniqueos.
Más tarde creó su propia escuela de retórica en Cartago, con el cual se propuso a formar en las artes de la elocuencia y retórica a los nuevos predicadores cristianos para que difundan con eficacia la Palabra de Verdad al mundo.
Una vez convertido a la fe de Cristo, predicó y escribió incansablemente, polemizó con todos aquellos que iban en contra de la doctrina y del pensamiento cristiano, entre los que estaban los donatistas, arrianos, pelagianos, priscilianistas, académicos y los propios maniqueos.
Más tarde creó su propia escuela de retórica en Cartago, con el cual se propuso a formar en las artes de la elocuencia y retórica a los nuevos predicadores cristianos para que difundan con eficacia la Palabra de Verdad al mundo.
¿En qué consiste la filosofía agustiniana?
Aquí les presento algunos de sus más importantes interrogantes:
¿Por
qué existe el mal en el mundo?
El problema del mal siempre le fascinó al obispo Agustín,
haciéndose las siguientes preguntas: ¿Por qué existe el mal? ¿Por qué Dios
siendo bueno permite que sucedan cosas malas?
Sus respuestas son en base a estos razonamientos:
Dios no creó el mal, porque Dios es perfecta bondad, por lo
tanto, el mal no existe. El mal es propiamente la ausencia de Dios.Pero nos preguntamos nosotros, si el mal no existe, ¿que son esas cosas como guerras, asesinatos, robos, violaciones que vemos en las noticias?
Para Agustín simplemente el mal no existe, sino que es la ausencia de Dios. Así como el frío no existe en sí mismo porque es la ausencia del calor, o así como la oscuridad es ausencia de la luz, así también el mal, es sencillamente la ausencia del bien, la ausencia de Dios.
Este razonamiento nos lleva a otras preguntas:
¿Cómo puede
Dios permitir que exista su ausencia en el mundo? ¿Cómo podría Dios hacer que
no exista más que la bondad?
Bueno, Dios no ha creado máquinas, o robots de los hombres, o una especie de zombis, entonces, ¿Cómo es que se hace ausente el bien en el mundo? Agustín afirma que el bien se ausenta en el momento en que una persona desobedece a Dios.
¿Y por qué Dios permite que los hombres sean desobedientes? Porque Dios nos creó como seres racionales, pensantes, capaces de distinguir entre el bien y el mal y poder elegir entre ambos, es decir, nos creó con el libre albedrío.
Agustín también filosofó de la predestinación y del pecado original, temas de los cuales es el principal exponente del pensamiento cristiano.
De la salvación enseñaba que el hombre salvo evidenciaba su predestinación al cielo con la obediencia del bautismo, la recepción de la gracia divina y con el obedecer los mandamientos.
En cuanto a los eventos de la naturaleza en los cuales el hombre no ejerce ningún control como los terremotos, sunamis, sequías, epidemias, etc., que nosotros los interpretamos como malos o como castigos divinos, y que no tienen nada que ver con la desobediencia del ser humano, Agustín pensaba que estos eventos sucedían es para que surja un bien mayor. Las tragedias tienen esa capacidad de unirnos. Por ejemplo en un desastre natural las personas van a mostrar su solidaridad con los afectados.
Bueno, Dios no ha creado máquinas, o robots de los hombres, o una especie de zombis, entonces, ¿Cómo es que se hace ausente el bien en el mundo? Agustín afirma que el bien se ausenta en el momento en que una persona desobedece a Dios.
¿Y por qué Dios permite que los hombres sean desobedientes? Porque Dios nos creó como seres racionales, pensantes, capaces de distinguir entre el bien y el mal y poder elegir entre ambos, es decir, nos creó con el libre albedrío.
Agustín también filosofó de la predestinación y del pecado original, temas de los cuales es el principal exponente del pensamiento cristiano.
De la salvación enseñaba que el hombre salvo evidenciaba su predestinación al cielo con la obediencia del bautismo, la recepción de la gracia divina y con el obedecer los mandamientos.
En cuanto a los eventos de la naturaleza en los cuales el hombre no ejerce ningún control como los terremotos, sunamis, sequías, epidemias, etc., que nosotros los interpretamos como malos o como castigos divinos, y que no tienen nada que ver con la desobediencia del ser humano, Agustín pensaba que estos eventos sucedían es para que surja un bien mayor. Las tragedias tienen esa capacidad de unirnos. Por ejemplo en un desastre natural las personas van a mostrar su solidaridad con los afectados.
Conciliación
entre fe y razón
Agustín relacionó la fe con la razón. La fe es el impulso
inicial, pero la fe sin el razonamiento puede dar lugar a herejías. Para el
Obispo, la fe exige que el cristiano haga trabajo intelectual. Aunque la fe
siempre será el centro. Si llegara a suceder una disputa entre la fe y la
razón, la fe lleva toda las de ganar debido a que contiene la autoridad de la
Palabra de Dios.
El
Señor, con sus palabras y acciones, ha exhortado aquellos que ha llamado a la
salvación a tener fe en primer lugar. Pero a continuación, hablando del don que
debía dar a los creyentes, no dijo: «Esto es la vida eterna: que crean», sino:
«Esto es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios, y a aquel que tú has
mandado, Jesucristo».
En conclusión, cree para entender.
En
cuanto a la felicidad
Identifica a la felicidad no con lo que
uno puede encontrar en las cosas de este mundo o en sí mismo, sino con la
contemplación de Dios. La felicidad está en buscar a Dios, encontrarlo y
descansar en Él.
“Nos
hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse
en Ti”
La
ética social
Agustín tenía también una ética social, condenaba las
riquezas injustas y la falta de solidaridad con los desfavorecidos.
“Las riquezas son injustas o porque las adquiriste injustamente o porque
ellas mismas son injusticia, por cuanto tú tienes y otro no tiene, tú vives en
la abundancia y otro en la miseria”
Respecto a la paz
El obispo defendió el bien de
la paz y buscó promoverla.
“Acabar con la guerra mediante la palabra y buscar o
mantener la paz con la paz y no con la guerra es un título de gloria mayor que
matar a los hombres con la espada”.
En el próximo capítulo veremos los elementos técnicos empleados en la oratoria agustiana como la metáfora, la comparación, el paralelismo, la rima y otros, así como el bosquejo de su discurso.
Jorge Arévalo
Agustín, el héroe de la retórica
cristiana
Parte 1
Serie: Grandes oradores de la historia
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