Una vez que somos
salvos Pablo nos insta a vivir una vida de acuerdo a Cristo para no caer nuevamente
en el dominio del pecado. Debemos considerar nuestra identificación con Cristo.
Ahí reside el secreto del poder del creyente, en la identificación con su crucifixión,
muerte, resurrección y glorificación.
En el texto de
Gálatas 2: 20 Pablo afirma su identificación:
“Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí
mismo por mí”.
Los creyentes hemos
muerto juntamente con Cristo y juntamente con él resucitamos para vida nueva y
a la vez fuimos glorificados con él para andar en el poder de Dios. Esto es lo
que simboliza el bautismo en agua, el poder de nuestra identificación con
Cristo.
Cada vez que somos
tentamos a actuar mal debemos preguntamos: ¿Qué haría Cristo si estuviera en mi
lugar?, es decir debemos considerarnos muertos al yo pero vivos en Cristo para las
buenas obras.
Ocasiones para la carne
Gálatas 5: 13 dice:
“Porque vosotros, hermanos, a libertad
fuisteis llamados; solamente que no uséis
la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a
los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo”
Las ocasiones
para la carne nos lo describe Gálatas 5: 16-23:
“ y manifiestas
son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia,
lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y
cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he
dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.
Todas
estas obras de la carne producen la muerte espiritual, el alejamiento de Dios,
el contristar del espíritu y daños en el alma. El deber máximo de la gracia es
el amor que está muy por encima de todos los mandatos de la ley.
Romanos
13: 10 “El que ama no hace daño al prójimo; o sea, que el amor constituye la
plenitud de la ley”.
Y la
regla de oro: “Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti. Esa es la
esencia de todo lo que se enseña en la ley y en los profetas”, (Mateo 7: 12)
Toda la
ley de Dios se resume en el amor, amar a Dios y al prójimo.
Agustín de Hipona declaró:
“Ama y haz lo que quieras”
En
contraste con las ocasiones de la carne, la clase de fruto que el Espíritu Santo
produce en nosotros se divide en 9 partes, todas encabezadas por el amor:
“el fruto del espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas
no hay ley”
El mandato de vivir
en el poder del Espíritu de Dios
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el
Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí,
para que no hagáis lo que quisiereis. Pero
si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
Reiteramos
que hay dos modos de vida, una en la carne que es débil para agradar a Dios, y
la del espíritu, que si es fortalecido con el poder de Dios podremos controlar
toda bajeza de la carne.
Para tal
fin vale recordar los fundamentos iniciales de nuestro andar con Dios los
cuales no vale descuidar:
·
Oración
·
Meditación de la Palabra de Dios
·
Y el congregarse
Consideremos estas cosas, pues de este modo podremos vivir
la vida victoriosa que nos prometió Jesús.
Jorge Arévalo
Pasiones controladas
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