Texto bíblico: Mateo 27: 15-56
Normalmente nos preguntamos ¿Por qué
tuvo que morir Jesús en una horrenda cruz? Si él no hizo nada malo. Sin
embargo, esa muerte expiatoria como la de un cordero sacrificado nos trajo por
lo menos seis beneficios para nuestra salvación aquí en esta vida y en la
venidera. Si puedes creer, puedes obtenerlo. Veamos:
1. Llevó nuestras enfermedades y
dolencias
Mateo 27:34: “Le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo”
El texto dice que le dieron a beber
vinagre mezclado con hiel pero después que lo hubo probado, no quiso beberlo.
Esto pasó en el gólgota a la hora de la crucifixión.
El no quiso ningún sedante o droga
para mitigar su dolor. La profecía de Isaías decía;
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros
dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas
él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo
de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.
Es la razón por la que creemos en la
sanidad de nuestros cuerpos, así como
creemos en el perdón de los pecados. La
profecía declaraba que “… por sus llagas fuimos nosotros curados”
En las heridas de su cuerpo Jesús
pagó todas las enfermedades y dolencias
de los hombres. Las buenas nuevas de la salvación de Cristo implican un
evangelio completo.
Jesús rechazó beber el sedante porque
quería pagar el precio de nuestra enfermedad. Si tan solo pudieras ver tus
dolencias y enfermedades en su cuerpo allí sobre la cruz del calvario, si
pudieras ver a Jesús llevando la maldición
de la enfermedad y sufriendo en tu lugar y tú estando libre y sano, lo serás. Esta revelación es
poderosa.
No veas la enfermedad en tu vida,
mira el cuerpo herido de Cristo, en cuanto a ti, dale las gracias por la salud,
dale las gracias por la sanidad. Declara “Soy sano por sus llagas”.
2.
Llevó nuestra humillación y vergüenza
Mateo 27:35 dice: “Cuando le hubieron
crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se
cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi
ropa echaron suertes”
El texto declara que repartieron entre si sus
vestidos, quitándole sus ropas, le desnudaron.
Esto quiere decir, que lo humillaron, lo avergonzaron al exponer su
desnudez.
El Señor permitió esta humillación porque estaba llevando nuestras vergüenzas de
todos los delitos y pecados que hemos cometido.
Efesios
2: 4-5 dice: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que
nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con
Cristo (por gracia sois salvos),
La paga de nuestros pecados es la muerte. Hay
pecados que si son traídos a la luz son una vergüenza, nos esperaría sólo el
desprecio, la humillación y la soledad. Pero las buenas nuevas del evangelio es
que Jesús ya llevó en su cuerpo esta vergüenza.
“Porque la paga del pecado es muerte, más la
dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”, Romanos 6:23
El Señor derramó su sangre en la cruz
para limpiar nuestra alma, para darnos perdón y cubrir la deshonra. El quiere
darte vida nueva y salvación de tus pecados si lo aceptas hoy en tu corazón.
3.
Murió para salvar nuestra alma del
infierno
Mateo 27:44 dice: “Lo mismo le
injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él”
De estos dos ladrones
crucificados al lado de Jesús uno de ellos le imploró: “Señor, acuérdate de mí,
cuando vengas en tu reino”, al cual Jesús le respondió: “Hoy mismo estarás
conmigo en el paraíso”.
Jesús reveló la existencia de
un paraíso celestial.
¿A donde van las almas de los
que mueren?. Esto sigue siendo un misterio para la ciencia.
Algunas religiones tienen un
vislumbre de la existencia de la vida después de la muerte, pero ninguna tiene
una doctrina tan clara como el cristianismo acerca del paraíso celestial.
Jesús fue muy claro cuando se
refirió sobre lo real que es el paraíso.
Pablo el apóstol tuvo una
experiencia espiritual que no supo cómo explicar si lo experimentó estando con el
cuerpo presente o sin él, pero el hecho
es que fue a parar en el mismo paraíso y lo que vio y oyó allí lo dejó
anonadado que simplemente exclamó: “Estar con Cristo es muchísimo mejor”
Estar con Cristo en el paraíso
es muchísimo mejor que la vida aquí en la tierra que está lleno de aflicciones,
problemas y maldades.
Si tú crees en Jesús, la vida
eterna te espera, cuando mueres te espera el paraíso como morada. En ese
paraíso o cielo de Dios no hay más muerte, ni enfermedad ni dolor, sólo paz y
regocijo por la presencia de Dios.
¿Quieres asegurar tu alma para el paraíso? Si tú le entregas tu corazón
a Cristo tu nombre estará inscrito desde ya en el libro de la Vida.
4. Llevó para siempre nuestro
rechazo
Mateo 27:46: “Cerca de la hora
novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
El sentimiento de rechazo es el peor
sentimiento que pueda padecer el hombre, el dolor del menosprecio es peor que el
dolor físico. Jesús llevó tu rechazo, tu soledad y el sentimiento del desamparo de Dios en la cruz. El sabe lo que
es sentirse abandonado totalmente por su padre.
Hoy puedes venir a Jesús y ser libre
del rechazo.
Jesús dice en Mateo 11: 28 “Venid a mí todos
los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”
Si vienes a Cristo él te librará del
sentimiento de estar solo y de no tener el amor de alguno en este mundo.
Jesús te recibe, él te acepta. El
salmista comprendió esta verdad cuando dijo
en el Salmo 27. 10: “Aunque mi
padre y mi madre me dejaran, con todo mi Dios me recogerá”
Entrega tu abandono a Cristo y recibe
su amor y su presencia. El Estará contigo todos los días de tu vida hasta el
fin del mundo.
5.
Murió para establecer nuestra relación
con Dios
Mateo 27-50-51 “Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran
voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de
arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron”
El velo del templo se partió en
dos.
Ese velo que separaba e lugar
santo del santísimo donde estaba el arca símbolo de la presencia de Dios fue
roto a la muerte de Jesús.
En el Antiguo Testamento no había
acceso directo al trono de la gracia de Dios, solo un hombre, el sumo
sacerdote, una vez al año podía entrar a al lugar santísimo, el lugar de su
presencia.
Pero ahora ese velo no existe,
fue roto por la cruz de Cristo, ahora no
hay nada que nos separe de Dios.
Cualquiera que ha recibido a
Cristo y ha recibido el perdón de sus pecados puede entrar a ese lugar
santísimo de su presencia.
En oración podemos venir a él y
en el nombre de Cristo pedir por nuestras necesidades y recibir de su gracia y
misericordia, recibir de su ayuda y amparo. No estamos más solos. Tenemos a
Dios de nuestro lado.
Tú puedes conocer a Dios y
experimentar en tu vida el poder de su presencia y recibir la respuesta a tus
oraciones si tú le crees a Cristo.
La muerte de Cristo en la cruz
tiene el poder de darnos libertad ante Dios y experimentar la comunión de su
presencia.
Jesús es nuestro sacrificio
expiatorio, en él alcanzamos la paz de Dios en nuestros corazones.
6. La esperanza de la
resurrección
Mateo 27:52-54 “y se abrieron los
sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y
saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la
santa ciudad, y aparecieron a muchos. El centurión, y los que estaban con él
guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas,
temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.
Cuando Jesús murió hubo un terremoto,
en los cementerios alrededor se abrieron los sepulcros y muchos santos que habían
muerto se levantaron y aparecieron vivos en Jerusalén, es decir, su muerte no
pasó desapercibido por ninguno. Estos acontecimientos, como el velo del templo
que se partió en dos, el terremoto, y
los muertos resucitados no fueron sino eventos extraordinarios.
La resurrección es la gran verdad del
cristianismo, algo que los filósofos de todos los tiempos les cuesta aceptar. Es
la esperanza de los que creen en Cristo. Pablo dijo en 1 Tesalonicenses 4:
16-17: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán
primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos
arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire,
y así estaremos siempre con el Señor”
Esta es nuestra gran esperanza.
En Juan 11: 25-26 Jesús declara: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté
muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.
¿Crees esto?
Resumen
Tú, ¿crees esto? ¿Que sólo Cristo es
tu esperanza de vida, que él es tu Salvador que murió para llevar tus
enfermedades y pecados, tu humillación y vergüenza, que tiene el poder para
salvar tu alma así como quitar el rechazo y la soledad de tu corazón?
El quiere darte la vida abundante que
necesitas, quiere llenar tu corazón de alegría y gozo. El quiere darte de su
paz. Esa paz que sobrepasa todo entendimiento.
Si tú crees esto, y aun no has
recibido a Cristo en tu corazón has esta oración de fe donde quiera que te
encuentres, en tu casa, en una cama del hospital, entrégale tu vida, pídele
perdón por tus pecados y que salve tu alma.
Oración:
“Señor Jesús, te entrego mi vida,
confieso que soy un pecador y que necesito tu perdón. Yo reconozco que tú eres
el hijo de Dios y el Salvador del mundo. Ven a morar a mi corazón, to te acepto
y te recibo. Gracias Padre en el nombre de Jesús. Amén”.
Jorge Arévalo
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