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ENTREVISTA CONCEDIDA AL DIARIO LA PRIMERA SOBRE EL CASO GRINGASHO

La violencia familiar que se vive en muchos hogares peruanos es la causa principal del incremento de la delincuencia juvenil y de que existan sicarios como Alexander Pérez Gutiérrez más conocido como “Gringasho”, un muchacho convertido en una verdadera amenaza para la seguridad de la población.

Este adolescente que ocupó durante muchos días los principales espacios de los medios de comunicación es uno de los tantos jóvenes que eligió el camino del robo, del crimen. Inicio su accionar delictivo a los 13 años y a los 15 años ya era un homicida, por lo que fue internado en un centro de rehabilitación juvenil de Trujillo, de donde escapó. De ahí fue trasladado a Maranguita, protagonizando un “gran escape” siendo recapturado algunos días después.

Jorge Arévalo, presidente de la Organización No Gubernamental Asociación Desarrollo Juvenil y Prevención de la Violencia (ADJ), con 20 años de experiencia en prevención integral de jóvenes tanto en la Amazonía como en Lima y actualmente en Barranco, señala que jóvenes como “Gringasho” proceden en su mayoría de hogares que conviven con la violencia familiar.

“En el año que acaba de terminar solo hasta setiembre se dieron más de 97 mil casos de violencia familiar. Además, desde setiembre del 2009 hasta octubre del 2012, casi 500 mujeres han sido asesinadas, la mayoría por sus parejas o ex parejas. Las pandillas juveniles, que actualmente suman 700, conformadas en la mayoría de los casos por jóvenes cuyas edades fluctúan entre los 13 y 24 años, juntándose en grupos de 20 a más, son otro de los graves problemas.”

Desde el hogar
La violencia familiar, según el especialista, causa gran impacto en el desarrollo del adolescente que percibe el maltrato como algo natural y aprende que la violencia es una forma válida de relacionarse con los demás y de resolver los problemas.

“El adolescente que convive con la violencia familiar va a ejercer luego la violencia en las calles porque ese ha sido el modelo de relacionarse que aprendió en su hogar.”

Precisa que la violencia familiar también es el factor determinante del maltrato escolar conocido como bullying que sufren hoy uno de cada dos estudiantes escolares por parte de estudiantes procedentes de hogares en conflicto.

“Los adolescentes expuestos repetidamente a incidentes de violencia familiar tienden a aislarse de sus familias y muchas veces abandonan el hogar y la escuela a temprana edad”.

Otro factor que menciona Arévalo sobre la delincuencia juvenil es el descuido de los padres hacia sus hijos “Hoy en día muchos adolescentes se quedan solos en casa porque sus padres trabajan, lo que no está mal, lo malo está cuando no los atienden con el amor, ni ejercen disciplina tan fundamentales en la formación de un niño y adolescente. Existe peligro allí donde hay ausencia de padres, pues los hijos sin control y que tienen completa libertad para manejarse empiezan a canalizarla mal y caen en la violencia, alcohol o drogas”.

El especialista sostiene que los adolescentes viven en una hiperactividad propia de su etapa, con un natural entusiasmo por conquistar el mundo y querer todo fácil, lo que origina que por su inexperiencia y facilidad para obtener drogas sean aceptados en un grupo que comparte sus propios gustos y que le da la atención que en su hogar no reciben quedando a merced de todo aquel que pueda influir en su aprendizaje y crecimiento que es lo sucedido con Gringasho. “Cualquiera, menos sus propios padres, se convierte en su guía con las consecuencias que ya todos conocemos.”

Familia Fuerte
Arévalo anota que su institución a través de su programa Escuela para Padres insta a padres, madres y autoridades a trabajar por una familia fuerte y lograr hijos que sean ciudadanos de bien, líderes con influencia positiva en la sociedad.

Para la buena crianza de los hijos recomienda mucho amor y afecto “Los hijos necesitan sentirse amados, esto repercutirá en su autoestima y relaciones de paz y convivencia pacífica ante los demás”.

También establecer límites flexibles. “Amarlos no significa tener que consentirles todo, hay horas para levantarse de la cama así como para ir a dormir, un tiempo para la Internet, la TV o los videojuegos, una hora para salir a la calle y otra para retornar. Los límites ayudan a mantener emocionalmente seguros a los adolescentes y jóvenes.”

Otro consejo del estudioso es brindar apoyo y generar espacios de diálogo con los hijos, pues “los adolescentes necesitan apoyo mientras batallan con sus problemas que quizás los padres no piensen que son tan importantes. Ellos requieren la orientación para una correcta toma de decisiones así como necesitan el elogio cuando ponen su mejor esfuerzo”.

Sugiere, asimismo, que se trate con respeto y confianza al hijo “lo que requiere que se reconozca y aprecie sus diferencias y sea tratado como un individuo así como alentar las relaciones sociales enriquecedoras y positivas”.

“El hijo adolescente quizás se interese en algún deporte o arte, o quizás quiera tomar parte de actividades juveniles de su iglesia o asociación juvenil de su barrio, hay que apoyarlo en todas esas iniciativas que llenen su ser tanto emocional como físico y espiritual.”

Sobre el rol que debe cumplir la sociedad anota que “si cada uno hacemos nuestra parte, ejercemos debidamente nuestro rol, podemos hacer mucho para alejar a los jóvenes del delito, del pandillaje y de las barras bravas, principalmente la familia, igualmente la Iglesia en la afirmación de los principios cristianos y valores universales, la economía para la generación de riqueza de manera lícita a través de una sana competencia y el gobierno centrándose en su principal rol que es la seguridad de todos nosotros”.


Jorge Arévalo
Sección: Familia y Sociedad

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