“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para
con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien también tenemos
entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en
la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos
gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y
la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza;
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos fue dado.
¿Puede existir paz en un mundo de enredos y
decepciones en todos sus ámbitos?
Violencia, muerte, corrupción, pobreza, enfermedades, u otras cosas que no
hacen más que perturbar el alma en busca de reposo.Aunque no todo es malo, pues podemos apreciar también algunas cosas bellas, buenas y agradables de la naturaleza y del ser humano como los valores, la familia, el niño que sonríe, el héroe que hace justicia y otros más pero que no alcanza ser suficiente para un alma caída en agobio.
Muchos se preguntan ¿qué es la vida? ¿Por qué existimos? ¿Quién soy? El sentimiento de angustia existencial los tiene atrapado, la conmoción de un despropósito por la vida, la afección de no tener un valor, la tristeza por no ser amado que tarde o temprano va a desembocar en depresión y suicidio en algunos.
Pero ¿qué es la paz del justificado?
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz
para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
Este texto de romanos nos dice que la paz del
justificado es un resultado de creer en Cristo. De aceptar su amor, y su vida
entregada en la cruz a causa de los pecados. Locura para unos, pero para aquellos
que lo recibieron en sus corazones una experiencia única de poder y salvación
que ha transformado sus vidas.
La paz en el evangelio, es el resultado de entrar en una relación nueva con el Dios Creador. Es el resultado de una entrega y rendición de una vida que le pide a Dios que lo rehaga todo. Es el resultado del perdón por el mal obrado que infunde el deseo de reparar todo lo dañado.
La paz en el evangelio, es el resultado de entrar en una relación nueva con el Dios Creador. Es el resultado de una entrega y rendición de una vida que le pide a Dios que lo rehaga todo. Es el resultado del perdón por el mal obrado que infunde el deseo de reparar todo lo dañado.
Los efectos de la paz de un alma justificada
pueden parecerse al del hombre a quién se le ha condonado una deuda imposible de
pagarlo. Simplemente indescriptible, liberación, gracia, perdón, alegría, amor,
todo junto.
Es la paz del justificado
Entender que ha recibido una nueva oportunidad
de volver a empezar, de tener una relación nueva con el único Ser Santo,
Creador de cielos y tierra. Lo que antes no conocía de Él, lo que no
podía describir lo proclama ahora con la fuerza del entusiasmo de un primer
amor.
Acude a Su Presencia para orar, pronuncia con
libertad su poderoso Nombre, coloca su vida en su regazo, libera con llanto su indignidad pero también de alegría de haber
encontrado a su verdadero Padre, al amor de su vida.
Es la paz del justificado
No hay más soledad, no hay más tristeza por
dolor del alma herida. Rencores y amarguras desaparecieron. Cadenas de ira y venganza
no existen más, han sido rotas. Ahora ama, perdona, se reconcilia, se sobrepone.
Las imposibilidades se convierten en posibilidades,
tiene nuevas fuerzas, se llena del deseo de hacer el bien, aún al que no merece.
Aparece el altruismo, la generosidad y el desinterés en su vida por dedicarse a
una causa noble.
Es la paz del justificado
Puede que los problemas externos continúen
siendo los mismos, no cambien en lo inmediato, pero su actitud es diferente, su perspectiva es otra. El nuevo nacido cree
en que todo es posible ahora, su fe en un Dios que todo lo tiene bajo control
satisface su alma.
Confía en la oración, en las promesas de su
Padre Dios, se llena del Espíritu de lo Alto y sale a conquistar. Tiene la
actitud de un vencedor. Sus fuerzas son como la del búfalo. Su firmeza como
del de cedro. Tiene identidad de un hijo
del reino, de ser representante digno del Rey de reyes, y Señor y de
señores.
Su gozo es sublime, está convencido que las
circunstancias externas de tribulaciones, angustias, hambre, persecución, peligro,
u otras cosas son superables, se siente seguro de su victoria, tiene confianza
de que todas las cosas le son para bien.
Es la paz del justificado
Jorge
Arévalo
LA
PAZ DEL JUSTIFICADO
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