Sucedió hace muchos años, iba manejando por la Avenida Grau de Iquitos la pequeña moto chaly de mi hermana mayor. Como
todas las mañanas regresaba de dejarle de su trabajo. Al llegar al cruce con Alfonso Ugarte bajé la
aceleración por cuanto vi que el semáforo estaba apagado. Lo normal era que yo
pasara de largo ya que tenía la vía preferencial, pero al ver a un señor gordo en el cruce que
venía en una moto grande acelerando sin parar preferí detenerme.
De pronto el señor hizo lo mismo, se detuvo también. A lo que yo le hice señal con mi mano que pasara primero porque me parecía apurado. Él hizo lo mismo, haciéndome señas con su mano para que sea yo quien avanzara.
Entonces, apreté el mango del acelerador de mi moto y me puse en marcha, y el señor hizo lo mismo, y nos cruzamos. Yo vi que él estaba casi encima de mí como a dos metros de distancia y venía embalado. Lo primero que se me ocurrió fue levantar mi pierna izquierda para que no me golpeara en esa parte, aunque de todos modos impactaría el tanque de mi moto y me arrastraría. Viendo el inminente choque que iba a infringirme abrí mi boca y proferí un grito: “Jesússssssssssssssss”, dije. En eso, oí un golpe muy fuerte – blam - y el vocifero de la gente en las veredas también.
Tenía los ojos cerrados, veía estrellitas que pasaban por mi frente e imaginé que volaba al cielo, “estoy en el cielo, estoy en el cielo”, pensaba. En eso abrí mis ojos, y yo aún estaba manejando, había avanzado como 30 metros, volteé mi rostro hacia atrás para ver lo que había pasado, el señor gordo estaba en el suelo, caído en la pista, su moto tirado con las ruedas girando hacia arriba.
Yo decidí continuar por temor a que la policía llegara y me quitara la moto. No quería eso, ni que mi hermana se enterara, para que no me la quitara. Pero imaginé que el tanque estaba desecho, por cuanto escuché el golpe fuerte. Salvé la pierna, pero no el tanque, cavilaba.
Al llegar a mi casa, unas cuadras más adelante, bajé de la chaly cerrado los ojos para no ver presuroso el tanque arruinado que suponía, entonces las abrí lentamente, y no pude creer lo que estaba viendo. El depósito estaba intacto, no le había pasado nada. “Ohhh mi Dios”, exclamé. “Pero yo oí que me chocó y muy fuerte”. “La moto del señor estaba tirado en la pista, lo vi”. Miraba el tanque otra vez y estaba como si nada hubiera pasado. “¿Con qué se chocó entonces?”, me preguntaba. El golpe se dio, pero “¿Con qué o con quién se había chocado?”. La moto del señor estuvo delante de mí, amenazando con romper una de mis piernas.
Entonces, fue cuando una voz me susurró al oído: “El ángel de Jehová, acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”, “es el salmo 34:7 dije, ese versículo es el de ese salmo de la Palabra de Dios”. Entendí que el tipo ese había chocado con el ángel que se puso en medio de entre él y yo haciendo un muro de contención.
Levantando la miraba al cielo, dije a Dios: “Padre, te doy gracias por salvarme de un accidente, por estar intacto, por protegerme, y por no permitir que la moto tenga algún rasguño. Gracias por enviar tu ángel y defenderme”.
Nunca dije a mi hermana nada de lo sucedido y la querida chaly continuó siendo mía por mucho tiempo más.
De pronto el señor hizo lo mismo, se detuvo también. A lo que yo le hice señal con mi mano que pasara primero porque me parecía apurado. Él hizo lo mismo, haciéndome señas con su mano para que sea yo quien avanzara.
Entonces, apreté el mango del acelerador de mi moto y me puse en marcha, y el señor hizo lo mismo, y nos cruzamos. Yo vi que él estaba casi encima de mí como a dos metros de distancia y venía embalado. Lo primero que se me ocurrió fue levantar mi pierna izquierda para que no me golpeara en esa parte, aunque de todos modos impactaría el tanque de mi moto y me arrastraría. Viendo el inminente choque que iba a infringirme abrí mi boca y proferí un grito: “Jesússssssssssssssss”, dije. En eso, oí un golpe muy fuerte – blam - y el vocifero de la gente en las veredas también.
Tenía los ojos cerrados, veía estrellitas que pasaban por mi frente e imaginé que volaba al cielo, “estoy en el cielo, estoy en el cielo”, pensaba. En eso abrí mis ojos, y yo aún estaba manejando, había avanzado como 30 metros, volteé mi rostro hacia atrás para ver lo que había pasado, el señor gordo estaba en el suelo, caído en la pista, su moto tirado con las ruedas girando hacia arriba.
Yo decidí continuar por temor a que la policía llegara y me quitara la moto. No quería eso, ni que mi hermana se enterara, para que no me la quitara. Pero imaginé que el tanque estaba desecho, por cuanto escuché el golpe fuerte. Salvé la pierna, pero no el tanque, cavilaba.
Al llegar a mi casa, unas cuadras más adelante, bajé de la chaly cerrado los ojos para no ver presuroso el tanque arruinado que suponía, entonces las abrí lentamente, y no pude creer lo que estaba viendo. El depósito estaba intacto, no le había pasado nada. “Ohhh mi Dios”, exclamé. “Pero yo oí que me chocó y muy fuerte”. “La moto del señor estaba tirado en la pista, lo vi”. Miraba el tanque otra vez y estaba como si nada hubiera pasado. “¿Con qué se chocó entonces?”, me preguntaba. El golpe se dio, pero “¿Con qué o con quién se había chocado?”. La moto del señor estuvo delante de mí, amenazando con romper una de mis piernas.
Entonces, fue cuando una voz me susurró al oído: “El ángel de Jehová, acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”, “es el salmo 34:7 dije, ese versículo es el de ese salmo de la Palabra de Dios”. Entendí que el tipo ese había chocado con el ángel que se puso en medio de entre él y yo haciendo un muro de contención.
Levantando la miraba al cielo, dije a Dios: “Padre, te doy gracias por salvarme de un accidente, por estar intacto, por protegerme, y por no permitir que la moto tenga algún rasguño. Gracias por enviar tu ángel y defenderme”.
Nunca dije a mi hermana nada de lo sucedido y la querida chaly continuó siendo mía por mucho tiempo más.
Jorge Arévalo
CHOCADO CON UN ÁNGEL
Serie: “Angeles”
CHOCADO CON UN ÁNGEL
Serie: “Angeles”
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