Quiero compartirles acerca de la maravilla de la persona de nuestro Señor Jesucristo y su poderosa obra en mi vida. Antes de conocerlo y aceptarlo como mi Salvador personal vivía yo con muchos temores, amarguras y desánimo, esto hasta la edad de 16 años en que tuve la hermosa experiencia de nacer de nuevo por Su Palabra y Espíritu, vivencia en que sentí que las cadenas de maldad en mi alma fueron rotas, mis pecados perdonados, y mi corazón llenado de su incomparable amor. Mi vida dio un giro inmediato de 180 grados. Ahora sentía haber encontrado mi propósito y llamado en el mundo. Mi felicidad era inmensa.
A medida que leía la Palabra de Dios, iba cada vez más revelándose a mi mente y corazón la persona del Cristo maravilloso. Su carácter santo y noble me representaba un ideal a alcanzar en la vida. Ser como él constituye aún el principal objetivo de mi existencia.
Comparto dos textos que muestran la belleza del carácter del Cristo maravilloso. Esta perfección de humanidad que seduce y cautiva cualquier corazón en búsqueda de sentido.
24 Cuando llegaron a Capernaum,
vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro
Maestro no paga las dos dracmas?
25 El
dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te
parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los
impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños?
26 Pedro
le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos.
27 Sin
embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que
saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo
por mí y por ti.
Vemos
en el texto que el Maestro envía a Pedro a pescar en el mar, tirar el anzuelo, abrir
la boca del primer pez enganchado y sacar de su vientre la moneda que
necesitaban para el pago del impuesto. Jesús dijo a Pedro que hacía esto no
porque debía, siendo el Unigénito del Padre Dios, dueño y creador del universo.
Lo hizo para no ofenderles.
Es lo
que nos pasa a nosotros mismos en el presente, nos incomoda tener que pagar impuestos,
más aún si son exorbitantes como en la mayoría de países, pero si somos seguidores de Jesús lo tenemos que
pagar y por el mismo motivo que el
Maestro lo hizo, “para no ofenderles”, ya saben a quiénes.
Esta
maravilla del carácter y sabiduría de Cristo es lo que asombra. Lo hace único,
lo erige como nuestro modelo a imitar.
Valga
la redundancia, “ofender” es una palabra que según el diccionario significa:
"hacer daño a uno físicamente, hiriéndole o maltratándole. Nuestro Cristo
es incapaz de hacer esto. ¿Lo somos acaso
nosotros?
Añado
que su incapacidad para ofender o hacer daño a uno físicamente tal como lo
define el diccionario pasa por jamás enviar enfermedades o pestes a sus hijos
ya que el contexto de los evangelios lo presenta como el que sana, el que
restaura y el que da vida. Los pensamientos que el Cristo tiene sobre ti, son
pensamientos de bien y no de mal para darnos un futuro y una esperanza, así lo describe
Jeremías el profeta.
Mateo
11: 29
“Llevad mi yugo sobre vosotros, y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas”
El
Maestro es manso y humilde de corazón. No hay mayor virtud del ser humano que
ser capaz de controlarse a sí mismo en cualquier situación. Mantenerse ecuánime
todo el tiempo a pesar de las circunstancias adversas es de hombres maduros que
alcanzaron la perfección de un carácter noble. La mansedumbre es la fortaleza
del espíritu. El proverbio dice: “Mejor es el que tarda en airarse que el
fuerte; Y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad”.
Este es
el Cristo del cual ahora testifico. Todos estos años de mi relación con él, me ha
soportado, con mansedumbre me enseña y con su amor ágape aún me atrae.
Y qué
es de ti?, ¿Crees que necesitas conocerlo?
Manso según el diccionario es una persona de
carácter bueno, suave, apacible y sosegado. Palabras que definen muy bien al
Cristo maravilloso del cual hoy te testifico.
EL
CRISTO MARAVILLOSO
El es el Cristo de la Gloria, Bendito sea su Santo Nombre por siempre. SHALOM, mi amado Pastor.
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