“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5: 8).
El camino de la felicidad nos la trazó Jesús, “los pobres de espíritu”, “los que lloran”, los mansos”, “los que tienen hambre y sed de justicia”, “los misericordiosos” y ahora veremos el siguiente camino “los de limpio corazón”. Indudablemente éste tiene una extraordinaria promesa: “ellos verán a Dios”. No se trata de pensar en la promesa del cielo solamente, porque todos los verdaderos creyentes en Cristo tienen la seguridad de ir a la morada celestial cuando mueran, sino de ver a Dios aquí en la tierra, ver su mover en tu vida, tu familia, tus negocios, tu ministerio. Ver su manifestación en tu vida, sus milagros, sanidades, ver su gracia y favor que te abre puertas, ver sus bendiciones.
Cuando una persona puede ver a Dios de su lado, que lo protege en todo, que lo prospera, sin duda es muy feliz. Por naturaleza somos de los que nos encanta recibir buenas noticias, de sucesos positivos en nuestra vida, o de tolerar fracasos sin que éste represente un riesgo para la vida, diremos que “todo ayuda a bien”. Para tener todas estas experiencias maravillosas debemos de poner atención a nuestro corazón. Jesús nos habló de la pureza. Es una condición determinante, estar limpios. El Maestro habló en una ocasión: “porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7: 21-23).
Por tanto debemos examinarnos en nuestro interior, purificar nuestro corazón, eliminar esta grande lista de maldades debe ser nuestro reto de cada día y de hacerlo nos asegura Jesús veremos a Dios y su poderoso mover de nuestro lado. Todos anhelamos vivir una vida de victoria, de triunfos, de fe y grandes posibilidades en esta tierra y ser feliz en esto, bien nuevamente lo enfatizo, la clave para todo esto es la pureza de corazón.
El famoso matemático Blaise Pascal lo comprendió perfectamente, una de sus frases más célebres afirma: “Justo es que un Dios purísimo no se revele sino a quienes han purificado su corazón”.
Hace muchísimos años, vivía en la India un sabio, de quien se decía que guardaba en un cofre encantado un gran secreto que lo hacía ser un triunfador en todos los aspectos de su vida y que, por eso, se consideraba el hombre más feliz del mundo.
Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero, y hasta intentaron robarlo para obtener el cofre, pero todo era en vano. Mientras más lo intentaban, más infelices eran, pues la envidia no los dejaba vivir. Así pasaban los años y el sabio era cada día más feliz.
Un día llegó ante él un niño y le dijo: "Señor, al igual que tú, también quiero ser inmensamente feliz. ¿Por qué no me enseñas que debo hacer para conseguirlo?". El sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le dijo: "A ti te enseñaré el secreto para ser feliz. Ven conmigo y presta mucha atención. En realidad son dos cofres en donde guardo el secreto para ser feliz y estos son mi mente y mi corazón, y el gran secreto no es otro que una serie de pasos que debes seguir a lo largo de la vida".
Y sorprendentemente los pasos que aconsejó el sabio al niño figura el quitar del corazón todas las maldades a las que se refirió Jesús. La pureza de corazón es el camino a la felicidad.
Jorge Arévalo
Sección: Fe y felicidad
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